Volarás en globo sobre Teotihuacán al amanecer, compartirás risas (y café fuerte) en un desayuno dentro de una cueva real, conocerás artesanos locales con degustaciones y relatos, y tendrás tiempo para explorar las pirámides a tu ritmo. No es solo tachar actividades, sino esos pequeños momentos que recordarás siempre.
Apenas salíamos de Ciudad de México cuando nuestro conductor, Raúl, empezó a contarnos sobre sus visitas de niño a Teotihuacán. Yo aún despertaba—las 4:30 am no son mi hora—pero la forma en que describía el valle me hizo olvidar lo temprano que era. En el puerto de globos, el aroma del café se mezclaba con ese aire frío de madrugada que solo se siente antes del amanecer. Nuestra piloto, Sofía, se rió cuando le pregunté nerviosa si alguna vez se cansaba de la vista. “Nunca,” dijo—nunca. Y entonces vimos cómo se inflaban los globos, con colores vivos incluso con poca luz.
El vuelo fue a la vez tranquilo y casi irreal. Hay un silencio especial cuando flotas sobre Teotihuacán—solo el viento, el sonido del quemador y a veces alguien que se sorprende de lo pequeñas que se ven las pirámides desde arriba. No esperaba sentir tanta calma (no soy fan de las alturas), pero Sofía señalaba pueblos diminutos y campos de maguey allá abajo. Al aterrizar, todos aplaudimos como niños en una fiesta de cumpleaños. Brindamos con algo dulce—creo que era licor local—y nos dieron certificados que nos hicieron reír por lo oficiales que parecíamos.
El desayuno fue en un restaurante dentro de una cueva que parecía un lugar donde comerían los dioses (o al menos los locales más chidos). Las paredes eran piedra rugosa y había pequeños altares con velas parpadeando en las esquinas. El café llegó en tazas de barro que calentaban mis manos, y todavía recuerdo esos chilaquiles—picantes pero reconfortantes después de tanta adrenalina. Nuestra guía nos llevó por una mini galería de piezas prehispánicas; intenté pronunciar “obsidiana” bien y seguro fallé.
Después visitamos una cooperativa de artesanos donde aprendimos sobre el maguey—cómo hacen pulque y mezcal—y probamos un poco (el ahumado casi me tumba). Los artesanos nos mostraron su trabajo en obsidiana; una mujer me dejó sostener una pieza tan pulida que parecía suave. Luego tuvimos hora y media para recorrer las pirámides por nuestra cuenta. El sol ya estaba más alto, turistas por todos lados, pero no importó—encontré un rincón tranquilo cerca del Templo de la Luna para sentarme un rato y dejar que todo calara.
El vuelo dura entre 40 y 60 minutos, según las condiciones del clima.
Sí, el transporte ida y vuelta desde tu hotel en CDMX está incluido si lo eliges al reservar.
Desayunarás en un restaurante natural dentro de una cueva con varios platillos mexicanos y café de olla.
Tienes hasta 2 horas para explorar la zona arqueológica por tu cuenta; la entrada no está incluida.
Sí, probarás licores artesanales de la región durante la visita a la cooperativa de artesanos.
No, no se recomienda para embarazadas por razones de seguridad.
La dirección del vuelo depende del viento; pueden cancelar o cambiar la ruta por seguridad, pero la mayoría de los días se vuela sobre las pirámides.
Tu día incluye traslado temprano desde tu hotel en Ciudad de México (si lo seleccionas), vuelo en globo sobre el Valle de Teotihuacán con pilotos certificados, brindis y certificado de vuelo al aterrizar, desayuno en restaurante natural dentro de una cueva con platillos mexicanos y café, visitas con artesanos locales para conocer su cultura y degustar bebidas regionales, tiempo libre para explorar la zona arqueológica antes de regresar a tu hotel por la tarde.
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