Camina por Monte Albán con un guía local, descubre los mosaicos de Mitla, aprende a tejer con artesanos zapotecos en Teotitlán del Valle, disfruta barbacoa en el mercado de Tlacolula y prueba mezcal directo de ollas de barro. Nada apresurado ni armado — solo momentos auténticos que te quedan para siempre después de dejar Oaxaca.
“¿Ese es en serio el árbol del Tule?” le pregunté a nuestro conductor, medio esperando que me dijera que era un truco de la luz. Él solo sonrió y asintió — de verdad es más ancho que algunas casas en mi ciudad. Ya nos habíamos reído de mis intentos fallidos de pronunciar “Teotitlán del Valle” cuando se detuvo para que pudiéramos verlo de cerca. El aire olía a algo dulce, como pan recién hecho del mercado. No había prisa; nadie nos apuraba. Eso me gustó.
No esperaba sentirme tan pequeño en Monte Albán. Nuestro guía (Miguel — súper paciente con mis preguntas sin fin) nos contó cómo los zapotecos construyeron todo a mano, piedra por piedra. Desde esas plataformas antiguas, se ve todo Oaxaca extendido abajo — un poco mareante, la verdad. Mis zapatos se llenaron de polvo, pero no me importó; no dejaba de admirar los patrones tallados en las paredes. Más tarde, en Mitla, pasamos los dedos por esos mosaicos geométricos tan únicos mientras Miguel narraba historias de terremotos y cómo diseñaron los edificios para resistirlos. Aún recuerdo esa vista desde allá arriba.
La comida fue una mezcla ahumada de barbacoa y tortillas en el mercado de Tlacolula — nada fancy pero tan rica que casi me olvido de sacar fotos. Los sonidos: vendedores llamando por chiles y frutas, risas cercanas, niños corriendo entre los puestos. Paramos en un taller familiar en Teotitlán del Valle donde nos mostraron cómo tiñen la lana con plantas (el rojo de la cochinilla es impresionante). Intenté hilar y más que nada hice un desastre; todos fingieron no darse cuenta.
Terminamos con una cata de mezcal en un pueblito donde las ollas de barro burbujeaban en las sombras. El mezcal picaba justo para hacerme reír — “el mezcal no emborracha, te vuelve mágico,” dijo nuestro anfitrión guiñando un ojo. No sé si sea verdad, pero salir al sol de la tarde se sintió diferente. Así que sí — si buscas una excursión privada desde Oaxaca que se sienta auténtica y te permita conocer gente real (no solo lugares), esta es la indicada.
El tour es personalizable, pero suele durar entre 8 y 10 horas según las paradas que elijas.
Sí, el transporte privado con recogida en hotel está incluido en tu excursión desde Oaxaca.
Puedes visitar Monte Albán, Mitla, el Árbol del Tule, Hierve el Agua, pueblos artesanales como Teotitlán del Valle y el mercado de Tlacolula — la ruta es flexible.
No hay comidas fijas, pero hay paradas en mercados para comer (como barbacoa) y catas opcionales de mezcal — lleva efectivo para compras o propinas.
Sí, el transporte es accesible y apto para todos los niveles de movilidad.
Sí, hay asientos para bebés y se pueden llevar cochecitos cómodamente durante el tour.
Sí, visitarás talleres familiares de tejido, alfarería o tallado de alebrijes según tus intereses.
Puedes hacer una caminata temprano para ver las cascadas petrificadas antes de que lleguen las multitudes; guías locales de la comunidad te acompañan por una propina.
Tu día incluye transporte privado con aire acondicionado y recogida y regreso al hotel en Oaxaca, agua embotellada durante todo el recorrido, todos los gastos de combustible y estacionamiento cubiertos — además de mucho tiempo para disfrutar cada parada o platicar con artesanos antes de regresar cuando quieras.
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