Pasea por los campos de cacao de Martinica junto a un productor local, descubre cómo el grano se transforma desde la cosecha hasta la fermentación y prueba el cacao fresco en la propia finca. Vive momentos prácticos en el taller de Lucien y escucha historias que dan vida a la historia de la isla—una experiencia sensorial que recordarás cada vez que abras una tableta en casa.
Confieso que pensaba saber lo que era el chocolate, hasta que Lucien me entregó una vaina pegajosa y ovalada recién cortada de su árbol. “Adelante”, me animó, sonriendo como quien ya ha visto esta escena mil veces. El aire olía a tierra mojada y a algo dulce que no lograba identificar. Al abrir la vaina (más difícil de lo que parece), los granos no se parecían en nada a las tabletas de casa: eran pálidos, resbaladizos, casi con aroma floral. Estábamos en pleno corazón verde de Martinica, y ya empezaba a replantearme todo lo que alguna vez probé bajo la etiqueta de ‘cacao’.
Lucien nos guió por su pequeña plantación—él la llamaba su “jardín”, y la verdad, le venía perfecto. Nos mostró cómo cada árbol tiene su propia personalidad y nos contó historias de cómo el cacao marcó la historia de Martinica. A veces se detenía para señalar un pájaro o para que tocáramos la corteza rugosa. Hubo un momento en que abrió una vaina madura y nos dejó probar la pulpa que rodea los granos: ácida y fresca, nada que ver con lo que imaginaba. El sol jugaba a esconderse tras las nubes, así que pasábamos de la luz intensa a la sombra fresca en cuestión de segundos.
Dentro del taller de Lucien (el aroma era una mezcla de frutos secos tostados y madera antigua), nos enseñó cómo se fermentan y secan los granos—los pasos previos a cualquier chocolate. Según la época, puedes incluso ayudar; nosotros removimos granos en secado con las manos, y el olor amargo se me quedó pegado a los dedos por horas. Lucien compartió anécdotas sobre el cacao como moneda y como ritual—se rió cuando intenté repetir una palabra criolla para “elixir”. Seguro la pronuncié fatal, pero él solo me guiñó un ojo.
La degustación final fue de cacao puro—sin azúcar, sin leche, sin adornos. Solo sabor intenso que te hace cosquillas en la boca. Nos sentamos a compartir impresiones (alguien dijo “vino”, otro “tierra”), y Lucien nos preparó una bebida tradicional de cacao para probar también. No era solo comer; era como ser parte de algo más antiguo que cualquier recetario. Todavía hoy, cuando siento ese olor terroso en mi cocina, me acuerdo de aquella colina en Martinica—y sí, creo que el chocolate ya nunca me sabrá igual.
No se especifica la duración exacta, pero incluye recorrido al aire libre y tiempo en el taller con degustación.
Sí, al final del taller probarás cacao fresco.
El tour lo lidera Lucien, un productor local apasionado por el cacao.
Según la temporada, podrás ayudar en la preparación de los granos, pero no se elabora chocolate terminado.
Sí, todas las tasas y entradas están incluidas en tu reserva.
Tu día incluye todas las entradas y tasas; Lucien te guiará por su plantación y taller artesanal, con posibilidad de participar según la temporada—y terminarás con una degustación de cacao fresco antes de irte.
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