Montarás camellos por dunas doradas, probarás sandboarding al atardecer, compartirás té de menta y música con bereberes, y dormirás bajo un cielo estrellado en el Sahara de Merzouga. Una mezcla de aventura y tradición que no olvidarás.
La tarde empezaba a refrescar cuando nos encontramos con nuestro guía frente al antiguo hotel kasbah. Los camellos esperaban tranquilos, masticando, y sus sombras se alargaban sobre la arena. Recuerdo esos primeros pasos, torpes y un poco inestables, pero al cabo de un rato ya me movía casi sin darme cuenta al ritmo del camello. El aire olía a tierra seca y a menta, que venía de un puesto de té al borde del pueblo.
Hicimos una parada a mitad de camino, justo en la cima de una duna que parecía brillar mientras el sol bajaba. Hassan, nuestro guía, repartió unas tablas de sandboarding algo gastadas, nada lujosas, pero deslizarse por esas pendientes mientras reíamos con el viento era pura diversión. El atardecer no era solo un paisaje, era como un silencio que se posaba sobre todo, hasta los camellos parecían detenerse. Saqué algunas fotos, pero sobre todo me quedé sentado, con arena en los zapatos, viendo cómo cambiaban los colores.
En el campamento, los anfitriones bereberes nos recibieron con un dulce té de menta en vasitos pequeños. Las tiendas eran sencillas pero acogedoras, con mantas tejidas y alfombras suaves bajo los pies. Cenamos tagine con pan recién hecho alrededor de una mesa baja, mientras alguien afinaba un tambor de fondo. Más tarde, nos juntamos alrededor del fuego para música y cuentos. Las estrellas brillaban más que nunca, sin luces de ciudad a kilómetros. Me quedé dormido en la tienda escuchando tambores lejanos y el suave susurro del viento en la lona.
El amanecer llegó temprano. Alguien llamaba suavemente en cada tienda: hora de ver el sol salir. Hacía fresco, así que nos pusimos chaquetas para subir otra duna y contemplar cómo la primera luz bañaba Erg Chebbi. El desayuno en el campamento supo aún mejor después de esa caminata: pan caliente, miel y café fuerte. El regreso fue más tranquilo; cada uno parecía perdido en sus pensamientos o disfrutando esos últimos momentos en el desierto antes de volver a la rutina.
¡Sí! El ritmo es tranquilo y los guías ayudan a todos a sentirse cómodos en los camellos. También hay asientos para bebés.
Las maletas grandes se quedan seguras en el guesthouse o en el coche; solo lleva una mochila pequeña para la noche.
Lo mejor es ropa cómoda y suelta, con mangas largas para protegerse del sol y una chaqueta ligera para las mañanas y noches frescas.
Por supuesto. Solo avisa a tu guía con anticipación; siempre hay opciones vegetarianas para la cena y el desayuno.
Tu propio camello para recorrer las dunas de Erg Chebbi; equipo de sandboarding; tienda privada en el campamento del desierto; círculo de tambores bereber junto al fuego; cena y desayuno; té de menta marroquí; agua embotellada; lugar seguro para dejar equipaje; duchas calientes; parking gratis si vienes en coche; guías locales amigables que conocen cada rincón de Merzouga.
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