Caminarás por los antiguos callejones de Rabat, beberás té de menta en patios escondidos y verás de cerca tanto monumentos majestuosos como la vida cotidiana. Esta excursión mezcla la historia de Marruecos con sus ritmos actuales—perfecta si buscas algo más que simples fotos.
El viento mecía mi pañuelo mientras llegábamos a Rabat, el aire atlántico mezclado con un leve aroma a algas y sardinas a la parrilla de los vendedores callejeros. Nuestro conductor, Youssef, señaló el río Bou Regreg—los locales dicen que es el alma de la ciudad. La primera parada fue la Kasbah de Udayas. Había visto fotos antes, pero atravesar la enorme puerta de piedra de Bab Oudaïa se sentía distinto—hay un silencio dentro, roto solo por los llamados a la oración a lo lejos y niños jugando al fútbol contra los muros antiguos.
Recorrimos callejones estrechos pintados de azul y blanco desgastado. En una esquina, un anciano vendía té de menta de una tetera vieja—no pude resistirme a tomar un vaso. Tras un breve descanso en un patio morisco (las baldosas estaban frescas incluso bajo el sol del mediodía), nos dirigimos a la medina. Vibraba de vida: tenderos anunciando precios, mujeres regateando por aceitunas, ese tipo de escenas.
El almuerzo fue sencillo—pan fresco y zaalouk en un pequeño café cerca de la Torre Hassan. La torre está inconclusa; nuestro guía explicó que su fundador murió antes de terminarla. Aún se ven filas de columnas cortas que se alzan hacia el cielo. Más tarde, condujimos hasta Chella—la necrópolis está en calma salvo por las cigüeñas que anidan en muros en ruinas. Última parada: los jardines del Palacio Real. No se puede entrar, pero se puede acercar lo suficiente para admirar esos jardines y las puertas labradas donde los guardias reales vigilan. Todo se siente muy real—no es solo postal.
El viaje suele durar entre 2 y 2,5 horas por trayecto, según el tráfico y el clima.
Se camina un poco por la medina y alrededor de sitios principales como la Kasbah de Udayas y Chella, pero a un ritmo tranquilo con muchas pausas.
Se puede visitar el recinto y los jardines del palacio, pero no está permitido el acceso al interior para los visitantes.
No incluye comidas, pero tu guía te recomendará buenos lugares locales para almorzar en Rabat.
Esta excursión privada incluye recogida y regreso al hotel o puerto en Fez, agua embotellada para el viaje, todos los impuestos locales, el combustible y transporte cómodo en vehículo privado. Es apta para todos los niveles físicos—tú marcas el ritmo.
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