Vas a recorrer las famosas calles azules de Chefchaouen con un guía local que conoce cada atajo y historia. El viaje por la montaña es un espectáculo, hay tiempo para un café junto al lago Nakhla y verás la vida real en la cascada Ras el-Maa, no solo lugares turísticos. Si buscas fotos y recuerdos auténticos, este tour es para ti.
La mañana comenzó con un saludo rápido frente a mi hotel en Tánger; nuestro conductor llegó puntual, algo poco común en Marruecos. Nos subimos a una furgoneta cómoda (con WiFi que funcionaba) y salimos de la ciudad justo cuando el sol empezaba a calentar las calles. El trayecto por las montañas del Rif fue más suave de lo que esperaba, pasando entre olivares y pequeños puestos junto a la carretera vendiendo higos. A mitad de camino paramos en una terraza con vistas al lago Nakhla. El aire olía a té de menta y pino, y se escuchaban los pájaros entre los árboles. Solo fueron quince minutos, pero se sintieron como un respiro antes de adentrarnos en el laberinto azul de Chefchaouen.
Al llegar a Chefchaouen, nuestro guía local —Youssef— nos esperaba cerca de la puerta Bab El Ain. Nos llevó directo a los callejones pintados de azul de la medina. En cada esquina parecía que un gato dormía a la sombra o un anciano pintaba las puertas con un tono índigo recién aplicado. Youssef nos señaló detalles que hubiera pasado por alto: azulejos moriscos antiguos sobre las puertas, fuentes escondidas donde los locales llenan sus cántaros, e incluso una panadería donde puedes comprar khobz calentito por unos dirhams. Paramos en la cascada Ras el-Maa; no es muy grande, pero ver a las mujeres lavando ropa sobre piedras planas mientras los niños chapotean te transporta en el tiempo. La comida fue libre; probamos brochetas de pollo a la parrilla en un lugar llamado Casa Hassan (no te pierdas sus aceitunas con limón). Después de cuatro horas recorriendo y tomando fotos que no hacen justicia a tanto azul, regresamos a Tánger justo cuando la luz empezaba a desvanecerse tras las colinas.
¡Claro! Vimos coches de bebé a bordo y otras familias también; hay muchas pausas y espacio seguro para que los niños exploren.
Algunos sitios aceptan tarjeta, pero es más fácil llevar efectivo para snacks o souvenirs en la medina; hay cajeros si necesitas.
Se camina bastante dentro de la medina, pero nada agotador; hay algunas pendientes suaves y el grupo lo manejó bien, incluso con cochecitos.
¡Sí! El guía nos dio muchos momentos libres para fotos o para curiosear en las tienditas del camino.
Tu transporte es privado y con aire acondicionado (WiFi incluido), además de cubrir el estacionamiento. Incluye café o té en la parada junto al lago. Sillas de ruedas y cochecitos caben sin problema, y si necesitas, hay asientos para bebés.
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