Si quieres sentir realmente Casablanca y no solo verla, este tour privado te lleva por sus lugares más emblemáticos: grandes mezquitas, mercados vibrantes, panaderías escondidas y vistas al Atlántico. Escucharás historias locales y tendrás tiempo para explorar a tu ritmo.
Justo al encontrarnos con nuestro guía cerca de las murallas de la antigua medina, me llegó la fresca y salina brisa atlántica, un poco fría para ser ya casi mediodía. Nuestra primera parada fue la Mezquita Hassan II. Es difícil explicar lo imponente que se siente de cerca; casi tienes que entrecerrar los ojos para ver la punta del minarete recortada contra el cielo. Dentro, la luz del sol rebotaba en los intrincados azulejos zellij, con algunos diseños que se alzaban más que un autobús urbano. Nuestro guía nos contó que el rey Hassan II quiso que esta mezquita fuera el orgullo eterno de Casablanca. Aunque no era hora de oración, se escuchaban ecos lejanos de rezos.
El barrio Habous parecía transportarte a otra época. Caminamos por callejuelas estrechas llenas de panaderías que vendían khobz recién horneado; un vendedor nos ofreció un trozo directo de su horno. La mezcla de balcones franceses y arcos moriscos es única aquí; al parecer, muchas tiendas son de familias que llegaron desde Fez hace décadas. Perdí la noción del tiempo entre librerías pequeñas y puestos de especias, donde el aire olía a comino y azahar.
En el Marché Central todo era ruido y color: pescaderos gritando precios, montones de menta fresca por todos lados y un hombre vendiendo carne de caballo (algo que me sorprendió). Nuestro guía señaló un puesto antiguo que todavía vende radios antiguas, fácil de pasar por alto si no lo buscas. Compramos unas aceitunas y vimos a los locales regatear por sardinas.
En la Place Mohammed V se nota la mezcla de estilos de Casablanca: edificios encalados con toques art déco junto a palmeras. Al pasar, un grupo de adolescentes hacía skate alrededor de la fuente. No muy lejos, la Église Notre Dame de Lourdes destacaba con sus vitrales modernos brillando bajo el sol de la tarde; dentro reinaba el silencio, solo interrumpido por alguien encendiendo velas en la estatua de María, en una pequeña capilla lateral.
Terminamos el recorrido por La Corniche mientras el viento se intensificaba; locales corrían o tomaban café en terrazas frente al mar como Le Cabestan. El faro, aunque desgastado, se mantenía orgulloso frente a las olas. Nuestro conductor nos ofreció agua embotellada antes de regresar por un tráfico que aquí siempre parece moverse más rápido de lo esperado.
No, las entradas no están incluidas, pero tu guía te ayudará a conseguir los tickets si quieres entrar.
La experiencia completa suele durar entre 5 y 6 horas, según tu ritmo e intereses.
¡Sí! La ruta es flexible y podemos facilitar cochecitos o sillas para bebés si lo necesitas.
Claro que sí, habrá oportunidades para picar algo o sentarte en cafés locales durante el recorrido.
Incluye transporte privado en vehículo con aire acondicionado, agua embotellada para todo el grupo y un guía local amable que conoce todos los atajos y los mejores puntos para fotos en Casablanca.
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