Recorrerás en jeep los rincones más salvajes de Wadi Rum: subirás dunas, explorarás grabados antiguos, caminarás por cañones escondidos y compartirás auténtica comida beduina bajo el cielo abierto. Si buscas una aventura pura en el desierto con historias locales, esta excursión es perfecta.
El polvo rojo se pegaba a mis zapatos mientras salíamos a saltos del Pueblo de Rum, con nuestro guía Khaled sonriendo desde el asiento del conductor. El aire de la mañana era fresco, casi frío, pero ya se olía el sol calentando las rocas. Primera parada: el Manantial de Lawrence. Hoy apenas es un hilo de agua, pero parado allí intentaba imaginar a camellos y comerciantes haciendo una pausa para beber hace siglos. Khaled señaló una higuera aferrada a la roca; al parecer lleva allí más tiempo del que nadie recuerda.
Luego llegó el Mapa: una losa de piedra grabada con rutas antiguas y leyendas. Después nos lanzamos a las dunas de arena. Para ser sincero, subir es más duro de lo que parece (la arena se mete por todos lados), pero bajar corriendo es pura diversión. Algunos niños deslizaban tablas; yo me lancé descalzo y terminé riendo con desconocidos al pie de la duna.
Paramos en inscripciones antiguas, pequeños mensajes dejados por viajeros mucho antes que nosotros. La roca estaba tibia bajo mi mano mientras repasaba símbolos desvanecidos. Después apareció la Casa de Lawrence, que en realidad es solo un montón de piedras, pero nuestro guía nos contó cómo T.E. Lawrence descansó allí durante la Revuelta Árabe. Casi puedes imaginarlo mirando el mismo paisaje.
El Cañón Burrah fue mi parte favorita. El silencio dentro es otro mundo: escuchas tus propios pasos resonando en paredes naranjas. Almorzamos en una tienda beduina: pollo cocido bajo arena caliente, té ahumado servido de una tetera vieja y dátiles tan dulces que se pegaban a mis dedos.
Después del almuerzo visitamos el Cañón Burdah y el Puente de Roca Um Frouth, una subida para quienes querían fotos (yo sí). Las vistas se extienden hasta el infinito; pierdes la noción del tiempo viendo las sombras moverse sobre el suelo del desierto. El Cañón Khazali era más fresco por dentro, con grabados nabateos escondidos en rincones sombreados.
Ya al final de la tarde llegamos a una roca con forma de gallina, como la llaman los locales, y vimos el sol derretirse en oro detrás de acantilados lejanos. El regreso fue silencioso; todos miraban la luz que se apagaba, con arena aún en los zapatos y sonrisas pegadas en el rostro.
¡Sí! El tour es para todas las edades: los niños pueden ir seguros y hay muchas paradas para descansar o explorar a tu ritmo.
Te recomiendo gafas de sol (el reflejo es fuerte), zapatos cómodos que no te importe que se llenen de arena, protector solar y quizá un pañuelo para el polvo.
El almuerzo beduino suele incluir ensaladas y platos de arroz junto con carne; avísanos con anticipación si tienes necesidades dietéticas para preparar algo delicioso para ti.
Tu reserva incluye agua embotellada durante todo el día, un almuerzo beduino auténtico (pollo a la parrilla o opciones vegetarianas si es necesario) y tazas ilimitadas de té dulce en tiendas con sombra a lo largo del recorrido.
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