Sentirás la presencia tranquila del Monte Fuji mientras recorres lagos como Motosu y Kawaguchiko con guía en español, pruebas los fideos houtou en el almuerzo, paseas por las calles antiguas de Oshino y te adentras en la quietud del bosque Aokigahara. Cada parada tiene su propia atmósfera — a veces risas, a veces asombro — y te dejará recuerdos que perduran mucho después de volver.
Lo primero que me llamó la atención fue el silencio — no un silencio absoluto, sino ese sonido suave y amortiguado que se siente al salir cerca del lago Motosu. El aire tenía un aroma fresco, casi dulce (¿sería de los árboles?) y nuestro guía, Javier, ya señalaba dónde asomaba el Monte Fuji entre las nubes. Intenté sacar una foto, pero la verdad es que nunca queda igual que lo que ves con tus propios ojos. Había gente local pescando junto al agua, tranquilos en su mundo, mientras nosotros nos quedábamos boquiabiertos mirando el paisaje que aparece en el billete de mil yenes. ¿Conoces esa sensación de darte cuenta de que realmente estás ahí?
Después paseamos por el pueblo Oshino — puentecitos de madera sobre arroyos cristalinos, niños con uniforme saludándonos. Javier nos contó que esas fuentes vienen directamente del deshielo del Fuji y nos ofreció unas galletas de arroz dulces para probar (yo dejé caer la mitad en el agua; él se rió y dijo que era una ofrenda para los koi). El santuario cercano parecía más antiguo que cualquier cosa que haya visto en casa — árboles enormes, escalones cubiertos de musgo, incienso flotando en el aire. No soy muy espiritual, pero estar bajo esas ramas te hace detenerte un momento.
La comida fue unos fideos houtou en un lugar acogedor con farolillos de papel y ventanas empañadas. La sopa era espesa y con un sabor terroso — calabaza, fideos con textura, verduras que no supe identificar. Todos nos quedamos en silencio un rato, disfrutando y calentándonos. Luego subimos en el teleférico panorámico del Monte Fuji para ver la montaña desde otro ángulo (otra vez nubes), y después nos adentramos en el bosque Aokigahara. No cuesta entender por qué es tan famoso: verde denso por todos lados, raíces que se enredan bajo los pies, luz filtrándose entre las hojas. No entramos mucho, solo lo suficiente para sentir el silencio profundo que hay adentro.
Ya por la tarde visitamos también los lagos Kawaguchiko y Saiko — cada uno con su propio encanto, colores cambiantes según el sol. La Cueva del Viento estaba más fría de lo que esperaba; mis gafas se empañaron enseguida y todos se rieron cuando casi tropiezo con una roca dentro (clásico yo). Al final, las cascadas Shiraito eran ruidosas pero a la vez tranquilas — si te acercabas, te mojabas con el rocío. De regreso en el coche no podía dejar de pensar en esos momentos de calma junto a los lagos y en cómo el Fuji parecía vigilarnos desde detrás de la niebla.
Sí, el tour es guiado en español durante todo el día.
Sí, incluye almuerzo con fideos houtou y verduras.
Todos los accesos a los lugares visitados están incluidos en la reserva.
Visitarás el lago Motosu, el pueblo Oshino, santuarios cerca del Monte Fuji, el bosque Aokigahara, los lagos Kawaguchiko y Saiko, la Cueva del Viento y las cascadas Shiraito.
El tour incluye recogida; te darán los detalles después de reservar.
Sí, los bebés pueden ir en cochecito o sentados en el regazo de un adulto durante el traslado.
No se recomienda para personas con problemas de columna o salud cardiovascular debido a las caminatas.
Tu día incluye todas las entradas a los sitios en las faldas del Monte Fuji, además de un almuerzo regional de fideos houtou con verduras a mitad del recorrido; la recogida está organizada antes de empezar para que solo te preocupes por disfrutar cada parada sin líos con tickets o logística.
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