Empieza el día dejando atrás Tokio para descubrir los santuarios junto al lago y los tranquilos caminos de montaña en Hakone—con el Fuji siempre presente cuando las nubes lo permiten. Navega en un barco pirata por el Lago Ashi, sobrevuela valles volcánicos en el teleférico, prueba los huevos negros de azufre en Owakudani y pasea por los estanques serenos de Oshino Hakkai antes de volver con nuevas historias para contar.
Nunca olvidaré la primera vez que vi el Monte Fuji desde la ventana del autobús—un destello rápido entre las nubes, pero me impactó más de lo que esperaba. Acabábamos de dejar atrás Tokio y el aire ya se sentía diferente, más nítido. Nuestra guía, Yuki, agitaba su bandera amarilla en el punto de encuentro (fácil de reconocer), y pronto nos adentrábamos en las verdes colinas de Hakone. Nos contó historias sobre el santuario junto al Lago Ashi—cómo la gente ha venido aquí durante siglos a pedir por viajes seguros. Intenté pronunciar “Hakone” con el acento correcto; Yuki sonrió amablemente, pero creo que no lo logré.
El lago estaba como un espejo esa mañana, con la niebla rodeando la puerta torii roja. Vimos a una pareja haciéndose fotos de boda allí—su kimono brillaba casi demasiado contra el agua gris azulada. Luego tocó el crucero en el barco pirata (sí, de verdad es un barco pirata), y la verdad, fue más divertido de lo que imaginaba. Los niños corrían fingiendo que pilotaban mientras sus padres sacaban fotos del Monte Fuji asomando tímidamente entre las nubes bajas. No siempre se ve—Yuki nos avisó—pero cuando aparece, todo el mundo se queda en silencio por un momento.
Después de comer (me compré unos onigiris en un puesto cerca del muelle), subimos en el teleférico de Hakone rumbo a Owakudani. El teleférico crujía un poco con el viento—no soy fan de las alturas, pero no podía apartar la vista de las fumarolas de azufre abajo, con vapor blanco saliendo del negro de las rocas. En Owakudani ya se huelen los huevos y minerales antes de verlos. Los famosos huevos negros se cuecen justo ahí en aguas volcánicas; dicen que comer uno te alarga la vida. Probé uno—sabía como cualquier huevo, pero aún así me sentí extrañamente afortunado.
Más tarde paseamos por el pueblo de Oshino Hakkai, donde los estanques de agua de manantial reflejaban el Fuji tan perfecto que parecía irreal. Había señoras mayores vendiendo dulces de arroz en sus puertas; una me dio una muestra con una tímida reverencia y yo balbuceé un “arigatou”. Para entonces mis pies estaban cansados y la cabeza llena de nuevos sonidos—campanas de templo lejanas, niños riendo en tres idiomas en el autobús de regreso a Tokio. A veces viajar no es ordenado ni predecible; esta excursión de un día desde Tokio al Monte Fuji no lo fue—y quizás por eso no dejo de recordarla.
Sí, la recogida y regreso en puntos designados están incluidos con tu reserva.
Sí, en algunas zonas alrededor del Monte Fuji no aceptan tarjetas, mejor lleva algo de efectivo por si acaso.
No, los tickets para el crucero no están incluidos; cuestan alrededor de 8 USD por persona.
No, la visibilidad del Monte Fuji depende del clima y no se puede garantizar.
El guía ofrece explicaciones en inglés, japonés y chino.
No, no se incluye comida; tendrás tiempo para comprar algo en puestos o tiendas locales durante el recorrido.
Sí, pueden ir en cochecito o silla de paseo, pero deben sentarse en el regazo de un adulto durante el transporte.
Si se suspende por clima u otras razones, te reembolsarán la tarifa del ticket (1000 JPY por persona).
Tu día incluye recogida y regreso en puntos designados de Tokio en vehículo con aire acondicionado, guía en inglés/japonés/chino durante todo el recorrido, entrada para el teleférico de Hakone hasta el valle de Owakudani, y tiempo libre en cada parada para que explores o compres algo antes de regresar juntos por la tarde.
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