Viaja desde Reikiavik al salvaje Snæfellsnes con un guía local—observa focas en la playa de Ytri-Tunga, camina por arenas negras donde pescadores probaban su fuerza, contempla la iglesia negra de Búðir y finalmente admira Kirkjufell junto a su cascada. Paisajes puros, historias auténticas y una sensación de libertad difícil de olvidar.
Lo primero que me sorprendió fue el silencio que se apoderó de todo al dejar atrás Reikiavik. Nuestro guía, Jón, tenía la costumbre de tararear suavemente cuando la carretera se quedaba vacía — era una sensación extrañamente reconfortante. Cruzamos rápido ese largo túnel bajo el Fiordo de las Ballenas (el nombre me sacó una sonrisa) y recuerdo cómo me taparon los oídos al salir cerca de Borgarnes. Parada rápida para un café — de esos que huelen a tostada quemada pero que te calientan las manos igual — y de repente el paisaje empezó a cambiar. Sabes que ya no estás en la ciudad cuando el musgo se ve más verde que el césped.
La playa de Ytri-Tunga fue la siguiente parada, y la verdad pensé que las focas serían tímidas o difíciles de ver. Para nada — estaban estiradas sobre las rocas como si fueran las dueñas del lugar. Una de ellas bostezó tan grande que casi se me cae el móvil intentando hacer la foto. El aire sabía a sal y frío, pero no era cortante — más bien como estar frente a una nevera abierta llena de algas (si eso tiene sentido). Jón nos contó que los pescadores locales solían medir su fuerza levantando unas piedras enormes en la playa de Djúpalónssandur, que veríamos después; probé a levantar una y apenas la moví. Todos nos reímos, yo incluido.
La iglesia negra de Búðir parecía casi de mentira entre tanto pasto pálido y cielo gris. Había una pareja haciéndose fotos de boda frente a ella — ella tiritaba con el vestido pero sonreía igual, mientras su pareja le envolvía la chaqueta alrededor de los hombros entre cada toma. Paseamos por los acantilados de Arnarstapi, viendo pájaros que volaban entre un viento que olía ligeramente a azufre y piedra mojada. No esperaba sentirme tan pequeño allí, mirando hacia abajo esos roquedos afilados y el agua espumosa.
Dimos la vuelta al volcán Snæfellsjökull (Jón dijo que inspiró a Julio Verne), con su cima glaciar medio oculta por las nubes. La última parada fue Kirkjufell — sí, la famosa de Juego de Tronos. Es curioso ver algo tan conocido simplemente sentado en silencio junto a una cascada mientras las ovejas pastan cerca como si no fuera nada especial. De regreso no podía dejar de pensar en esas focas y en la paz que se respiraba allá afuera; Reikiavik parecía otro mundo aunque volveríamos para cenar.
El tour dura todo el día, con recogida por la mañana en Reikiavik y regreso por la tarde.
Sí, incluye recogida y regreso a hoteles en Reikiavik.
Visitarás la playa de Ytri-Tunga, donde es común ver focas descansando sobre las rocas.
No incluye comida; puedes llevar la tuya o comprar algo en las paradas.
Es un tour en grupo pequeño, con un máximo de 19 personas.
Sí, opera en todas las condiciones climáticas; vístete acorde al clima islandés.
Niños desde 5 años pueden unirse si van acompañados por un adulto.
Sí, el monte Kirkjufell y su cascada son paradas incluidas.
Tu día incluye recogida y regreso a hoteles en Reikiavik, además de un guía local profesional que te acompañará en cada parada—desde la observación de focas en Ytri-Tunga hasta explorar playas negras, acantilados dramáticos, pueblos pesqueros, paisajes volcánicos y el emblemático Kirkjufell, para devolverte cómodo por la tarde.
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