Montarás caballos islandeses seguros justo a las afueras de Reykjavik, con recogida en hotel para que todo sea fácil desde el principio. Guías locales te asignan el caballo perfecto (no hace falta experiencia), te dan todo el equipo—hasta trajes de lluvia—y te llevan por campos salvajes antes de dejarte en la puerta de tu alojamiento. No es solo un paseo; es un escape tranquilo que te quedará en la memoria.
No esperaba ponerme nervioso al conocer un caballo, pero ahí estaba, en esa fría mañana en Reykjavik, sin saber muy bien qué hacer. La furgoneta nos recogió justo en nuestro alojamiento—muy fácil—y quince minutos después ya estábamos fuera de la ciudad, rodeados de campos que parecían plateados bajo las nubes. Los caballos eran más pequeños de lo que imaginaba, pero con una presencia fuerte, como si hubieran vivido mil historias. Nuestra guía, Sigrún, sonrió cuando intenté pronunciar “tölt”—ella lo dijo mejor y luego me dejó intentarlo de nuevo. Seguro que lo dije fatal. El establo olía a lana y ropa de lluvia, no era desagradable, solo… auténtico.
Nos preguntaron sobre nuestra experiencia montando (la mía era básicamente “monté un poni a los 8 años”) y nos asignaron un caballo que parecía encajar con cada uno. El mío se llamaba Bláma—ojos azules, hocico suave, un poco cabezota pero de una forma que me hacía reír. Nos dieron casco, botas y unos trajes de lluvia gruesos que me hacían sentir como un malvavisco, pero en cuanto empezamos a movernos agradecí cada capa. Los primeros pasos fueron torpes; luego Bláma se acomodó en ese paso suave que Sigrún llamó tölt. Es difícil de explicar—más como deslizarse que rebotar. El viento subió y solo se escuchaban cascos sobre el suelo mojado y alguien delante riendo porque su caballo decidió comer hierba en plena ruta.
De vez en cuando veía Reykjavik a lo lejos—solo siluetas tenues contra el cielo gris—y pensaba lo cerca que estábamos, pero qué diferente se sentía todo aquí. Al volver al establo, mis manos olían a caballo, cuero y a algo terroso que aún no sé nombrar. Volvimos en la furgoneta, cansados de ese cansancio bueno que da pasar tiempo al aire libre. A veces sigo pensando en Bláma—tenía una mirada como si supiera más de lo que mostraba.
El lugar para montar está a solo 15 minutos en coche desde el centro de Reykjavik.
Sí, la recogida en tu hotel o guesthouse en Reykjavik está incluida.
No, no se requiere experiencia; los guías te asignarán un caballo adecuado según tu nivel.
Te darán casco, botas y ropa de lluvia o trajes de nieve en invierno, todo incluido.
El tour no es recomendado para embarazadas ni personas con problemas de columna o cardiovasculares.
La edad mínima es 7 años y los niños deben ir acompañados por un adulto.
Tu día incluye recogida en tu hotel o guesthouse en Reykjavik, casco y botas, ropa de lluvia o traje de invierno según la temporada, todos los impuestos locales y regreso a tu alojamiento tras la cabalgata.
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