Vive los contrastes salvajes de Islandia en esta excursión de un día por el Círculo Dorado desde Reikiavik: pisa la falla entre continentes en Þingvellir, siente la bruma de Gullfoss, camina hasta las aguas azules de Bruarfoss y ríe en una granja islandesa antes de volver cansado y feliz.
¿Será raro que lo primero que recuerdo de nuestra excursión de un día por el Círculo Dorado desde Reikiavik no sean las cascadas ni los volcanes, sino cómo nuestra guía Hildur tarareaba una canción pop islandesa mientras salíamos de la ciudad? Quizás fue porque parecía que íbamos con una amiga, no solo en otro tour más. La minivan estaba calentita (gracias a Dios), y había una mezcla de emoción con esa luz baja y fría de invierno que se colaba por la carretera. Primera parada: Þingvellir. Había leído sobre las placas tectónicas antes, pero estar realmente en medio de ellas —con el viento mordiendo mis mejillas— fue otra cosa. Hildur nos señaló dónde se reunía el antiguo parlamento, y traté de imaginar a la gente juntándose aquí hace mil años con sus capas de lana. El suelo olía a musgo y piedra fría.
Luego fuimos a Bruarfoss, escondida al final de un sendero embarrado (mis botas aún guardan algo de ese barro islandés). El agua es realmente de ese azul—casi parece irreal contra las rocas negras y el musgo verde. No era tan grande ni ruidosa como Gullfoss, pero había algo hipnótico en verla caer por esos escalones de lava. Nos quedamos un rato en silencio, escuchando solo el agua y el clic de alguna cámara. Después llegó Gullfoss: pura niebla y trueno, con arcoíris que aparecían si pillabas el sol justo en el ángulo correcto. Se me entumecieron las manos sosteniendo el móvil para las fotos, pero siendo sincera, hay cosas que prefieres guardar en la memoria sin pantalla de por medio.
No esperaba acabar acariciando ovejas en este viaje. Pero después de tanto paisaje salvaje, parar en una pequeña granja fue como darle al botón de reinicio—aire cálido del establo, paja pegada a la chaqueta, ovejas buscando snacks en los bolsillos. Una de las granjeras nos enseñó a decir “bless bless” (adiós) a su caballo; Li se rió cuando intenté decirlo en islandés—seguro que lo dije fatal. La última parada fue el cráter Kerid: rocas rojas rodeando ese lago azul intenso que parece pintado. La luz del sol iluminaba el musgo en parches y todo parecía sacado de un cuadro.
Volvimos a Reikiavik sobre las cinco (más o menos—las carreteras pueden ser impredecibles), todos medio dormidos o revisando fotos. No dejo de pensar en esos silencios junto a Bruarfoss o en lo frías que se me pusieron las manos en Gullfoss—pequeños detalles que se quedan más tiempo del que imaginas.
El tour comienza por la mañana con recogida en Reikiavik y regresa alrededor de las 5 p.m., aunque el horario puede variar según el clima y las condiciones de la carretera.
Sí, esta excursión en grupo pequeño incluye la visita a Bruarfoss además de paradas clave como Gullfoss y el cráter Kerid.
La recogida se hace en paradas designadas dentro de Reikiavik; algunos hoteles requieren que te encuentres en paradas cercanas por restricciones de tráfico.
El itinerario permite descansos en las principales atracciones donde hay baños disponibles; pregunta a tu guía si necesitas paradas adicionales.
Vístete con ropa de abrigo en capas y calzado impermeable o botas; el clima puede cambiar rápido durante el recorrido.
No se incluye almuerzo; puedes llevar snacks o comprar comida en las paradas programadas.
Sí, hay asientos especiales para bebés y pueden ir en cochecito o carrito si es necesario.
Sí, el minibus cuenta con Wi-Fi gratuito durante todo el trayecto.
Tu día incluye recogida por la mañana en paradas designadas de Reikiavik, transporte cómodo en minibus con Wi-Fi y música islandesa, guía local en inglés que comparte historias en cada parada—desde la falla de Þingvellir hasta acariciar animales en una granja islandesa—y regreso al centro de Reikiavik por la tarde.
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