Viaja desde Dublín por la costa salvaje de Irlanda, con paradas en el puerto de Kinvara, los campos de piedra caliza del Burren, un almuerzo local en Doolin y, para terminar, en lo alto de los Acantilados de Moher con la brisa marina en la cara. Incluye recogida, guía, entradas y tiempo para una pinta si te apetece.
Lo primero que me llamó la atención fue lo verde que se veía todo desde la ventana del autobús, como si alguien hubiera subido el brillo solo para nosotros. Nuestro conductor, que se presentó como Mick (bromeó diciendo que “no es ese Mick, pero casi”), empezó a contar historias antes de salir de Dublín. Hubo un momento en que paramos a tomar café en algún punto de las Midlands —no recuerdo el nombre, pero afuera olía a turba quemada y adentro a té fuerte. Es curioso cómo esas pequeñas paradas se quedan más en la memoria de lo que uno espera.
Entrar en Kinvara fue como meterse en una postal: barcas de pesca meciéndose, pintura descascarada en puertas viejas. Mick señaló el Castillo Dunguaire al otro lado del agua. Intenté sacar una foto pero el móvil se empañó (el clima irlandés hace lo que quiere). El camino por la bahía de Galway después fue salvaje: el viento golpeando las ventanas, la bruma del Atlántico en el aire. También cruzamos el Burren, con sus extrañas formaciones de piedra caliza pálida extendiéndose por doquier. Alguien detrás mío dijo que parecía otro planeta. Y no iba muy desencaminado.
Doolin fue nuestra parada para comer, un lugar pequeño con carteles de música por todas partes y un par de pubs ya animados a mediodía. Probé una sopa de mariscos que sabía a mar abierto (quizá lo era). Luego llegaron los Acantilados de Moher. Se oyen tanto hablar de ellos que uno piensa que no van a sorprender, pero estar ahí, con el viento intentando arrancarme el sombrero y las gaviotas chillando arriba… me quedé en silencio un rato. El centro de visitantes está integrado en la ladera, un diseño muy ingenioso. Dentro hay una exposición sobre cómo se formaron los acantilados, aunque yo solo presté atención a medias porque no podía dejar de mirar hacia afuera.
De regreso paramos en el Castillo de Bunratty para fotos y, si querías, una pinta en Durty Nelly’s, el pub justo al lado —Mick dijo que lleva ahí desde siempre. Para entonces todos estábamos más tranquilos, cansados pero contentos tras un día intenso por el oeste. Aún recuerdo esa vista desde los acantilados, ¿sabes? Hay lugares que se quedan contigo. En fin, si estás pensando en hacer esta excursión de un día desde Dublín a los Acantilados de Moher… yo repetiría sin dudar.
El tour dura unas 12 horas, contando desplazamientos y paradas.
Sí, la entrada al Centro de Visitantes y a la exposición Atlantic Edge está incluida.
Sí, hay varias paradas para usar el baño, ya que no hay aseos en el autobús.
Se para en el pueblo de Kinvara, en Doolin para comer y en Bunratty cerca del castillo.
No, la comida no está incluida, pero en Doolin hay muchas opciones para todos los gustos.
La excursión incluye recogida en puntos específicos del centro de Dublín indicados al reservar.
Sí, el centro de visitantes tiene ascensores y caminos accesibles; caminar es opcional.
Sí, hay asientos para bebés y se pueden llevar cochecitos.
Se utiliza un autobús Mercedes-Benz Paddywagon con WiFi y puertos USB para cargar dispositivos.
Tu día incluye recogida en puntos céntricos de Dublín, entradas al Centro de Visitantes de los Acantilados de Moher y a la exposición Atlantic Edge (sin costes extras), viaje en un autobús Mercedes-Benz climatizado con WiFi y puertos USB para recargar el móvil después de tantas fotos. Un guía profesional irlandés ameniza el trayecto con historias en cada tramo, y hay tiempo para comer o picar algo donde te apetezca a lo largo de la Wild Atlantic Way antes de volver a Dublín por la tarde.
¿Necesitas ayuda para planear tu próxima actividad?