Pedalea con calma por los viñedos de Saint-Emilion en bici eléctrica, acompañado de un grupo pequeño y guía local. Prueba vinos en dos chateaux familiares, disfruta un picnic entre las vides y pasea por las calles medievales para una última cata en el pueblo. Risas, historias auténticas y recuerdos que querrás guardar para siempre.
Antes de salir de la tienda en Saint-Emilion ya estábamos un poco tambaleándonos en las bicis eléctricas — hacía años que no montaba una y, la verdad, fue una sensación extraña pero liberadora. Nuestra guía, Camille, se rió y dijo que todos empiezan igual. El aire de la mañana olía a hierba recién pisada y algo dulce que no supe identificar (quizá flores silvestres). Salimos por esos caminos estrechos entre las filas de vides, esos que parecen sacados de una postal pero que aquí se sienten vivos — pájaros volando bajo, alguien saludando desde un tractor. No había silencio absoluto, pero sí una calma que en la ciudad no existe.
La primera parada fue en un chateau familiar donde el perro del dueño nos recibió antes que nadie. Camille nos explicó cómo cambia la tierra a pocos metros — recogió un puñado y lo dejó caer entre sus dedos mientras hablaba del Merlot y el Cabernet Franc. La sala de catas estaba fresca; recuerdo cómo los vasos reflejaban la luz y ese aroma terroso de barricas viejas mezclado con un toque casi floral del vino. Comimos bajo un árbol: baguette, queso, tomates que realmente sabían a tomate (¿por qué es tan raro?) y una copa de tinto que me hizo desear distinguir un buen vino de uno excelente, pero simplemente me encantó.
Después del almuerzo seguimos pedaleando — más despacio ahora, quizá por el vino o la barriga llena — hasta otro chateau para más catas. El enólogo tenía una forma de describir sus mezclas que te atrapaba aunque solo entendiera la mitad (mi francés es bastante malo). Hubo un momento en que todos nos quedamos en silencio tras probar el vino; no fue incómodo, sino una pausa de satisfacción. Al volver al pueblo, mis piernas empezaron a notar las cuestas (gracias bici eléctrica), pero ver esas piedras medievales aparecer al doblar la esquina valió la pena.
La última parte fue caminando por esas calles empedradas y estrechas, con Camille señalando detalles que nunca habría visto — pequeñas caras talladas sobre las puertas, pintura desgastada en viejas contraventanas. Terminamos con una última cata en pleno corazón del pueblo. ¿Sabes qué? Todavía recuerdo esa vista sobre los tejados con una copa en la mano. Si vas, no te apresures en volver: quédate un rato y disfruta el momento.
El tour dura entre 5 y 6 horas, incluyendo el recorrido en bici, visitas a bodegas, picnic y tiempo en el pueblo.
Sí, incluye un picnic con vino en una de las bodegas durante la excursión desde Saint-Emilion.
Debes tener confianza al montar bici, ya que se requiere algo de experiencia para circular con seguridad por caminos rurales.
Sí, las catas guiadas están incluidas en dos chateaux diferentes con explicaciones de expertos locales.
El tour comienza directamente en el pueblo de Saint-Emilion, en la tienda Rustic Vines.
No, no hay recogida en hotel; debes encontrarte con tu guía en la tienda designada en el centro de Saint-Emilion.
El operador tiene un plan B para mal tiempo, asegurando que la experiencia continúe de forma segura.
Sí, los participantes deben medir al menos 155 cm por el tamaño de las bicicletas.
Tu día incluye uso de bici eléctrica y casco, todas las entradas y tasas pagadas, agua embotellada durante el recorrido, visitas guiadas con catas en dos bodegas locales (chateaux) y un picnic relajado con vino de la finca antes de volver a explorar a pie el Saint-Emilion medieval para una última cata en el pueblo.
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