Cruza puentes flotantes desde Seattle, disfruta vinos en acogedoras bodegas de Woodinville y siente la bruma en las cataratas Snoqualmie, todo acompañado de historias de un guía local. Ríe en el almuerzo, descubre vistas inesperadas y tal vez disfruta un dulce antes de volver.
¿Alguna vez te has preguntado cómo se siente dejar Seattle atrás por unas horas y simplemente dejar que el verde pase junto a tu ventana? Así empezó nuestro día, en ese punto entre el bullicio de la ciudad y la calma del lago Washington, cruzando ese puente flotante que solo había visto en fotos. Nuestro guía, Mike, no paraba de señalar detalles curiosos: las casas flotantes meciéndose en Salmon Bay o cómo el monte Si parece vigilar todo con una mirada profunda. Nunca pensé que me interesarían los puentes, pero hay algo especial en deslizarse sobre el agua con todo ese cielo encima.
La primera parada fue Woodinville. No soy muy fan del vino (o eso creía), pero estar en esas pequeñas salas de cata con vigas de madera y susurros suaves, se sentía natural. El aire olía a barricas de roble y a hierba mojada afuera. En Goose Ridge nos sirvieron un cabernet que me calentó las mejillas, quizás por el vino o por estar en un lugar nuevo. Mike nos presentó a una de las dueñas, que nos contó cómo su familia empezó con unas pocas vides y ahora envía botellas a todo el país. Hubo risas cuando alguien intentó pronunciar “Syrah” (esta vez no fui yo). El almuerzo no estaba incluido, pero encontramos un café pequeño con sándwiches que sabían mejor de lo que parecían; quizás por el hambre o la buena compañía.
Después de atravesar ranchos de caballos y esas carreteras de un solo carril (de las que esperas que nadie venga rápido en la curva), por fin llegamos a las cataratas Snoqualmie. El sonido te llega antes que la vista: un rugido profundo bajo toda esa bruma. Hacía más frío de lo que esperaba y mi cabello se mojó solo por estar cerca del borde. Algunos se fueron a visitar el Salish Lodge o la tienda de regalos; yo me quedé mirando el agua un rato, pensando en lo pequeños que somos frente a algo así. De regreso pasamos por una antigua granja de leche Carnation; Mike cantó una canción rara de su infancia que nos hizo reír a todos. Y si te quedaba espacio, había una parada extra para probar chocolate europeo (yo sí tenía).
Es una excursión de día completo desde Seattle con varias paradas, incluyendo bodegas y las cataratas Snoqualmie.
No, las catas se pagan por separado durante las visitas a las bodegas.
No, el almuerzo no está incluido, pero hay opciones para comprar comida cerca durante el tour.
Sí, hay recogida y regreso en hoteles seleccionados del centro de Seattle y del aeropuerto.
Normalmente se visitan dos bodegas boutique como Goose Ridge o Chateau Ste. Michelle.
Sí, la parada en las cataratas es parte fija del itinerario.
En algunas paradas se pueden probar sidras y licores además de vino.
El tour es apto para todos los niveles físicos; los bebés pueden ir en cochecito o en el regazo de un adulto.
Tu día incluye recogida y regreso en hoteles seleccionados de Seattle o el aeropuerto, transporte en autobús con aire acondicionado y seguro, y un guía local profesional que compartirá historias durante el camino. El transporte entre paradas está cubierto, pero las catas de vino y el almuerzo corren por cuenta propia. Al final, volverás cómodo al punto de partida.
¿Necesitas ayuda para planear tu próxima actividad?