Sube a un carrito de golf con un guía local y recorre el centro de Nashville, visitando hasta cuatro cervecerías o destilerías para probar y charlar con bartenders y cerveceros. Risas por cervezas derramadas, historias detrás de murales y momentos que hacen la ciudad más cercana, con transporte cómodo entre paradas para disfrutar cada sorbo.
“¿Has probado el whiskey de Tennessee antes?” Así empezó Marcus, nuestro guía, mientras nos acomodábamos en el carrito de golf — yo aún peleaba con el cinturón cuando él ya señalaba un mural impresionante de Dolly Parton. El aire olía a lluvia sobre el asfalto caliente (clásico Nashville en junio), y no podía dejar de pensar lo divertido que era recorrer el centro en este carrito abierto en vez de caminar por todos lados. Llegamos a la primera cervecería — creo que estaba a unos diez minutos de Broadway — y el lugar tenía ese aroma cálido y a levadura que te abre el apetito al instante. El bartender nos sirvió algo dorado y con mucho lúpulo; intenté girar la copa como si supiera, pero terminé derramando un poco en mis jeans. Marcus se rió y me dijo que no desperdiciara buena cerveza.
Cada parada fue distinta — en una destilería tenían esos alambiques de cobre que brillaban demasiado, como recién pulidos para turistas (quizá era así). Una mujer detrás del mostrador nos explicó cómo hacen su centeno; nos dejó oler el mosto, que era dulce y ácido a la vez. Me gustó que no nos apurara, aunque justo entró otro grupo después. En otro sitio conocimos a un cervecero que nos habló de su IPA favorita mientras se limpiaba la espuma de las manos con un trapo. Contó que había vivido toda su vida en Nashville y bromeó diciendo que “no se iría nunca a menos que lo arrastraran”. La música estaba en todas partes — a veces apenas se escuchaba por una ventana abierta, otras veces retumbaba desde un camión que pasaba.
No esperaba ver tanta arte entre paradas — Marcus bajaba la velocidad para que pudiéramos sacar fotos de murales (uno tenía unos pájaros azules enormes sobre una pared de ladrillo viejo). En un momento señaló un bar donde, según dicen, empezó una estrella del country. El tour fue rápido pero sin prisas; tal vez unos veinte minutos en cada lugar, tiempo suficiente para una o dos copas si querías (yo sí), y para intentar charlar con desconocidos que, tras un par de rondas, dejaron de serlo. Es curioso cómo compartir un asiento hace que uno sea más sociable.
Al final, la cabeza me daba vueltas — en parte por los destilados, pero también por todas las historias pequeñas que la gente compartió en el camino. La ciudad se veía distinta al recorrerla así: más cercana, o quizá simplemente más viva que cuando vas encerrado en un Uber. Todavía recuerdo ese último sorbo de bourbon mientras volvíamos hacia las luces del centro — intenso, ahumado, casi perfecto.
El tour dura aproximadamente dos horas en total.
Puedes visitar hasta cuatro cervecerías y/o destilerías durante el tour.
No, las muestras de alcohol se compran por separado en cada parada.
Sí, el transporte entre lugares es en carrito de golf.
La edad mínima es 21 años y debes mostrar identificación con foto al llegar.
Sí, el tour se hace con lluvia o sol, solo viste acorde al clima de Nashville.
Sí, pasarás por varios murales populares en el centro de Nashville.
Los animales de servicio están permitidos en este tour.
Tu día incluye transporte en carrito de golf por el centro de Nashville con un guía local que contará historias en el camino; paradas en hasta cuatro cervecerías o destilerías populares (alcohol comprado aparte); tiempo para disfrutar murales entre degustaciones; seguro de viaje; y muchas oportunidades para conocer gente local antes de regresar juntos al centro.
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