Vuela en helicóptero desde Anchorage sobre glaciares salvajes, aterriza para conocer mushers y perros de trineo reales, disfruta un paseo en la nieve y luego camina entre piscinas turquesas y grietas en el hielo del glaciar inferior. Una aventura rápida pero llena de momentos inolvidables.
Aún no sé qué me impactó primero: el frío aire al salir del helicóptero o esa mezcla rara de emoción y nervios en el estómago. Anchorage ya se veía lejísimos, solo manchas blancas y verdes abajo. Nuestro piloto, Jamie, nos señaló algunas huellas de alces mientras volábamos sobre los campos de hielo. Intenté verlas, pero la luz reflejada en la nieve me distraía, era casi cegadora pero hermosa, con ese toque duro y salvaje de Alaska. El vuelo no duró mucho, ¿unos 15 minutos? Pero parecía que habíamos aterrizado en otro planeta.
Los mushers nos esperaban allá arriba, abrigados y sonriendo como si fuera un día cualquiera (que para ellos, seguro lo era). Los perros, de mil colores y tamaños, ladraban y aullaban con ganas de arrancar. Una de las mushers, Li, me enseñó a decir “mush” con su acento. Se rió cuando lo dije mal (“aquí es más como ‘¡hike!’”), y me pasó las riendas. Parado detrás de esos perros mientras salíamos disparados fue una locura: sientes cada músculo en acción, la nieve saltando hasta tus botas (te dan unas botas impermeables enormes que al principio hacen que camines raro). Nos turnamos para sentarnos en el trineo o manejar; la verdad, ambas son divertidas, pero estar de pie es otra experiencia.
Después de unos 30 minutos con los perros (perdí la cuenta porque no paraba de acariciarlos), volvimos al helicóptero para un vuelo corto hasta el glaciar inferior. Esa parte me sorprendió: no todo es nieve blanda, hay zonas de hielo azul duro que parecen de mentira. Nuestro guía nos mostró unas piscinas de deshielo que brillaban turquesa bajo las nubes. El silencio allá afuera es absoluto, solo se escucha el agua goteando en alguna grieta profunda. Toqué el hielo y mi guante se pegó un instante. Te hace pensar en lo antiguo que es todo a tu alrededor.
Todo dura solo dos horas, pero se queda contigo mucho más tiempo. A veces, en casa, cuando todo está tranquilo, recuerdo ese azul extraño y lo pequeño que me sentí ahí, escuchando a los perros ladrar en un glaciar de Alaska.
El tour completo dura alrededor de 2 horas, incluyendo el vuelo panorámico, aproximadamente una hora de paseo en trineo (con 30 minutos manejando el equipo) y 30 minutos explorando el glaciar inferior.
No, el traslado en van hasta el punto de salida no está incluido en este tour.
Sí, bebés y niños pequeños pueden unirse; los bebés deben ir en el regazo de un adulto o en cochecito.
Sí, el transporte es accesible para sillas de ruedas y apto para todos los niveles físicos.
Recomiendan ropa abrigada, impermeable, varias capas, gorro y guantes, ya que se realiza en un glaciar alto y nevado.
Puedes pararte en las riendas y probar a manejar el trineo o simplemente sentarte y disfrutar mientras los mushers conducen.
No se permiten mochilas ni bolsos; hay casilleros disponibles en el punto de salida para guardar tus cosas con seguridad.
Se usan helicópteros Robinson 44 y ASTAR; el modelo específico no se garantiza salvo que reserves una opción privada.
Tu día incluye un vuelo redondo en helicóptero sobre glaciares desde Anchorage, una parada de una hora en un glaciar nevado con mushers y perros de trineo reales (con unos 30 minutos para conducir o pasear en el trineo), y un aterrizaje en el glaciar inferior para explorar piscinas de deshielo con guía. Te dan botas impermeables para mantener los pies secos; recuerda que el traslado hasta el punto de salida no está incluido, así que planifica tu transporte.
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