Remarás por la costa salvaje de Tenerife con guías locales, buscando delfines mientras navegas bajo los acantilados del monte Guaza. Harás snorkel en aguas transparentes donde se alimentan tortugas—algunas pasan justo a tu lado. Neoprenos, equipo de snorkel y fotos incluidos para que solo tengas que venir listo para nadar (y quizá reírte de ti mismo con las aletas). Este es uno de esos días que recordarás mucho después de que tu piel deje de oler a sal.
No pensé que llegaría a ver una tortuga tan de cerca. Eso es lo primero que me viene a la cabeza cuando recuerdo nuestra mañana en el agua en Tenerife. El sol ya calentaba, pero sin pasarse—justo lo suficiente para que ponerse el neopreno fuera un alivio y no una molestia. Nuestro guía, Carlos, repartió los chalecos salvavidas y se aseguró de que todos supiéramos cómo remar (yo fingí que sí, pero mis brazos tenían otros planes). Se olía la sal y el protector solar por todas partes. Salimos desde la playa y en pocos minutos, los acantilados del monte Guaza estaban justo a nuestro lado—imponentes y silenciosos, salvo por las gaviotas que volaban arriba.
Carlos nos señaló unos pájaros que anidaban en lo alto de las rocas—intenté verlos pero solo captaba destellos blancos entre tanta piedra. El agua estaba más clara de lo que esperaba; se veía a varios metros de profundidad, como si fuera vidrio verde. En un momento dijo “mantén los ojos abiertos para ver delfines” y a los diez minutos aparecieron—dos o tres aletas rompiendo la superficie, moviéndose rápido pero sin prisa. Alguien detrás mío soltó un grito que me hizo reír. Justo entonces una ola me salpicó y tragué agua salada (no lo recomiendo), pero la verdad es que valió la pena ese instante.
Paramos cerca de una zona más tranquila donde Carlos dijo que a veces se alimentan las tortugas. Repartió los tubos y las máscaras—la mía se empañó al instante porque parece que nunca aprendí a respirar bien por uno de esos aparatos. Pero aun borroso, vi una tortuga deslizarse bajo nosotros, lenta y tranquila, como si tuviera todo el día. Es curioso lo pacífico que se siente flotar ahí, escuchando voces apagadas arriba y sintiendo la corriente tirar de mis piernas. Sigo pensando en esa imagen bajo el agua—la luz que se filtra en rayas—y me pregunto si las tortugas se cansan de que las miren.
El regreso fue más lento (mis brazos dijeron basta a mitad de camino), pero navegamos por la costa con el Teide a lo lejos y delfines asomando de vez en cuando, como si vinieran a saludarnos. Todo duró unas tres horas pero se sintió a la vez más largo y más corto—¿sabes a qué me refiero? Carlos nos hizo fotos (así que sí, hay pruebas de que sobreviví) antes de que volviéramos a la orilla. Tenía el pelo lleno de sal y las piernas me temblaban un buen rato después.
Se avistan delfines en aproximadamente el 90% de las salidas, aunque no se puede garantizar porque son animales salvajes.
Sí, es obligatorio saber nadar para participar en esta aventura de kayak y snorkel.
La experiencia completa dura entre 2,5 y 3 horas desde el inicio hasta el final.
Sí, se incluyen neoprenos, escarpines, equipo de snorkel, cubos secos, chalecos salvavidas y fotos.
La edad mínima es 14 años y los menores deben ir acompañados por un adulto o tutor legal.
La ruta recorre la costa sur de Tenerife cerca de los acantilados del monte Guaza, un monumento natural famoso por su avifauna.
No, no se menciona recogida en hotel; debes llegar al punto de encuentro 10 minutos antes de la salida.
No, esta actividad no es apta para mujeres embarazadas por motivos de seguridad.
Tu día incluye neoprenos y escarpines para que estés cómodo en cualquier clima; cubos secos para proteger tus cosas mientras remas; todo el equipo de snorkel; chalecos salvavidas obligatorios (y incluidos); además, Carlos u otro guía hará fotos para que no tengas que preocuparte por mojar tu móvil—todo listo antes de volver a la orilla.
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