Desde Sevilla recorrerás carreteras de montaña para descubrir tres pueblos blancos con un guía local, probar aceite de oliva fresco en un molino tradicional, disfrutar de un almuerzo entre calles con flores azules y terminar el día cruzando el emblemático puente de Ronda al atardecer — momentos que recordarás mucho tiempo después.
Apenas habíamos salido de Sevilla cuando nuestro chófer, Javier, empezó a contarnos sobre el aceite de oliva de su abuela — aseguraba que era el mejor de Andalucía. Me reí y le dije que yo sería quien lo juzgara. La primera parada fue un castillo encaramado sobre un pueblo tranquilo; un anciano nos saludó mientras pasábamos, y su perro ladraba sin motivo aparente. El aire de la mañana olía a tomillo silvestre y polvo de piedra, y la verdad, no esperaba sentirme tan lejos de la ciudad tan rápido.
El camino por la Sierra de Grazalema parecía sacado de un cuadro — aunque se escuchaban cabras en algún lugar fuera de la carretera y siempre venía una curva cerrada más adelante. Paramos a tomar un café en uno de esos pueblos blancos (creo que era Zahara), donde María, de la cafetería, intentó enseñarme a pronunciar “mollete” correctamente. Li se rió cuando lo intenté decir en español — seguro lo dije fatal. El pan estaba tibio, casi dulce, y aún recuerdo esa primera mordida.
Más tarde visitamos un molino de aceite escondido tras unos cipreses. El aroma nos llegó antes de bajarnos de la furgoneta — fresco, con un toque casi picante. Javier nos explicó cómo su familia recoge las aceitunas a mano (dice que las máquinas “no tienen alma”). Probamos aceite recién hecho con pan; mis dedos quedaron grasientos horas después, pero no me importó. Comimos en otro pueblo — calles estrechas, macetas azules por todas partes, vecinos charlando en las puertas. Sin prisa alguna.
Ya por la tarde llegamos a Ronda. Nuestro guía nos llevó por caminos empedrados hasta el Puente Nuevo — ese puente es mucho más grande de lo que parece en las fotos, y si miras abajo demasiado tiempo, da vértigo. La luz dorada iluminaba los acantilados y todos guardamos silencio un momento. Luego hubo tiempo libre; me metí en una tiendita que vendía dulces de almendra y compré más de los que debía para el viaje de vuelta. Todavía no sé si pronunciaré “Ronda” bien alguna vez, pero a nadie pareció importarle.
El trayecto suele durar unas 2 horas en cada sentido en vehículo privado.
El tour incluye tiempo para almorzar en uno de los pueblos blancos; las comidas no están específicamente incluidas.
Sí, la visita a un molino de aceite forma parte de la experiencia si lo deseas.
Se puede personalizar la ruta; entre las opciones están Setenil de Las Bodegas o rutas de senderismo.
El transporte privado con recogida está incluido en este tour.
Sí, tras la visita guiada en Ronda tendrás tiempo libre para explorar por tu cuenta.
Pueden participar bebés y niños pequeños; se permiten cochecitos y hay asientos para bebés disponibles.
Tu día incluye transporte privado desde Sevilla con aire acondicionado, un guía local dedicado durante todo el recorrido, paradas en tres pueblos blancos más una visita opcional a un molino de aceite, tiempo para almorzar en uno de los pueblos y una visita guiada a pie por Ronda antes de regresar por la tarde.
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