Recorrerás las antiguas murallas romanas de Lugo con una guía local, sentirás el ritmo pausado de Ribadeo junto al puerto y llegarás a Playa de las Catedrales en el momento justo para pasear bajo sus impresionantes arcos de piedra. Esta excursión desde Santiago incluye recogida y comentarios en directo—prepárate para tocar la historia y llevarte recuerdos que durarán mucho después de sacudirte la arena.
“No hay prisa—estas piedras llevan esperándote dos mil años”, nos dijo Carmen, nuestra guía, mientras subíamos a la muralla romana de Lugo. El eco de sus pasos sobre la piedra antigua resonaba por encima de la ciudad. La mañana era fresca y algo húmeda, como suele ser en Galicia, pero eso le daba su encanto. Pasé la mano por la muralla—fría, rugosa, casi áspera—e imaginé la cantidad de pies que habrían pasado por allí. Carmen nos señaló la puerta por donde aún hoy entran los peregrinos del Camino de Santiago. Nunca había sentido la historia tan real, tan palpable.
El camino hacia el norte, rumbo a Ribadeo, fue tranquilo; la niebla se deslizaba sobre los prados verdes y de vez en cuando alguien señalaba una vaca o un grupo de casas con tejados de pizarra. En Ribadeo tuvimos tiempo libre para perdernos por sus calles—yo seguí el olor a sal hasta el puerto y me quedé mirando a un hombre mayor remendando redes. Me saludó con la cabeza, pero no habló mucho (mi español aún deja bastante que desear). Hay algo especial en los pueblos gallegos: casas de colores, ropa tendida en los balcones, gente saludándose en ese gallego cantarín. Compré una empanada en una panadería—crujiente, calentita—y la comí apoyado en una barandilla, mirando el mar.
Carmen se aseguró de que llegáramos a la Playa de las Catedrales justo con la marea baja. Bromeó diciendo que aquí “el mar es el arquitecto”. El viento empezó a soplar mientras bajábamos—sentí el salitre en la cara—y de repente ahí estaban: esos arcos de piedra de los que todo el mundo habla. Pero verlos en persona es otra cosa; son enormes y solo se oye el mar golpeando alrededor de los tobillos. Caminamos bajo uno de los arcos y me quedé quieto un momento—la luz entraba de lado y todo parecía más grande que yo. Me mojé los zapatos (debí traer botas), pero la verdad, no me importó nada.
No dejo de pensar en ese instante bajo el arco—el sonido del agua rebotando en la roca, Carmen riéndose mientras alguien intentaba decir “Praia das Catedrais” (mejor no cuento cómo me salió). El viaje de vuelta fue tranquilo; algunos dormían, otros repasaban las fotos. No fue un día de grandes lujos ni de espectáculos—fueron lugares auténticos, con historias de verdad, contadas por alguien que ama esta parte de Galicia.
Es una excursión de día completo; la duración exacta depende del tráfico y el tiempo en cada parada.
La recogida y regreso están incluidos desde puntos de encuentro designados en Santiago.
Sí, un guía local experto acompaña el recorrido y ofrece comentarios en directo todo el día.
Las entradas están incluidas excepto la de la Catedral de Lugo; esa no está incluida.
Los bebés son bienvenidos, pero deben ir sentados en el regazo de un adulto durante el trayecto.
No se incluye comida; tendrás tiempo libre en Ribadeo para comer donde prefieras.
La playa tiene arcos de piedra únicos que solo se pueden recorrer con marea baja.
Tu día incluye recogida y regreso desde puntos de encuentro en Santiago, todas las tasas de parques naturales, y la compañía de una guía local experta con comentarios en directo en cada parada—desde caminar por la muralla romana de Lugo hasta descubrir las calles de Ribadeo y llegar a Playa de las Catedrales justo a tiempo para pasear bajo sus arcos con la marea baja.
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