Caminarás donde gobernaron los faraones, probarás sabores auténticos de Egipto y escucharás relatos que dan vida a piedras milenarias, todo en solo tres días con la guía experta de un local.
Llegar a El Cairo es como entrar en una historia viva. El aire es seco pero agradable, y en el ambiente se siente un leve aroma a cardamomo que viene de la cafetería del aeropuerto. Nuestro representante nos esperaba justo afuera de llegadas, fácil de reconocer con un cartel pequeño y una sonrisa enorme. El trayecto al hotel pasó volando gracias a la playlist del conductor, que mezclaba pop local con clásicos de Abdel Halim Hafez. El check-in en el Steigenberger Pyramids fue rápido; apenas noté el jet lag cuando vi la piscina brillando bajo el sol de la tarde. Nuestro guía nos acompañó con una bebida de bienvenida —jugo de hibisco, ácido y frío— y nos explicó el plan para el día siguiente. Sencillo, claro y sin complicaciones.
Al día siguiente empezamos temprano con un desayuno típico: pan baladi recién hecho y queso suave. Nuestro guía, Youssef, nos esperaba puntual en el lobby. Conocía todos los atajos para evitar el tráfico matutino en Guiza (y eso ya es mucho decir). Estar frente a la Gran Pirámide de Keops es algo surrealista; es mucho más imponente que en cualquier foto. Se escuchaba el murmullo de los vendedores ambulantes preparando sus puestos, ofreciendo desde postales hasta dulces de dátiles. Youssef nos contó historias de Keops y Kefrén que no encontrarías en Wikipedia. También paseamos por la Esfinge; de cerca, su rostro desgastado parece casi amable.
Almorzamos en un lugar que adoran los locales, nada sofisticado, solo pollo a la parrilla con tahini casero que sabía a hogar. Luego fuimos al Museo Egipcio. Dentro hacía más fresco de lo esperado (el aire acondicionado es un alivio) y ver la máscara de Tutankamón tan de cerca me puso la piel de gallina. Más tarde, en el Cairo Copto, entramos en la Iglesia Colgante justo cuando las campanas anunciaban las oraciones del mediodía; un momento de paz lejos del ruido de la ciudad. La Sinagoga Ben Ezra está cerca, y nuestro guía nos explicó su historia mientras la luz del sol se filtraba por los vitrales.
En nuestro último día, el desayuno tuvo un sabor agridulce; no quería irme todavía. El traslado al aeropuerto internacional fue rápido; el tráfico aquí fluye mejor antes del mediodía en días laborables. Si tienes la suerte de que Youssef sea tu guía o de probar ese mismo jugo de hibisco en la llegada, considérate afortunado.
¡Claro! El itinerario es tranquilo e incluye opciones como asientos para bebés en los vehículos. Los guías también son muy buenos con los niños.
Por supuesto, todas las entradas a los lugares indicados están cubiertas para que no tengas gastos sorpresa en cada parada.
Solo avísanos con anticipación; los restaurantes locales ofrecen opciones vegetarianas y pueden adaptar los platos si es necesario.
Si el hotel reservado no está disponible, te alojarás en otro de igual categoría, sin cambios en las visitas ni en el confort.
Incluye alojamiento en hotel cómodo, traslados en vehículos modernos con aire acondicionado, guía privado todo el recorrido, entradas a los sitios, almuerzos en restaurantes locales de confianza y todos los impuestos y cargos de servicio.
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