Recorrerás paisajes desérticos salvajes, dormirás bajo un cielo lleno de estrellas y compartirás té con beduinos que conocen cada duna como la palma de su mano. Este viaje es para quienes quieren descubrir un Egipto más auténtico, más puro y absolutamente inolvidable.
Lo primero que noté al salir de El Cairo antes del amanecer fue cómo la ciudad se desvanecía poco a poco en un mar infinito de arena. Cinco horas después, llegamos al Oasis de Bahariya—palmeras por doquier, un poco de polvo en el aire y ese calor seco del desierto que solo sientes en la piel aquí. El almuerzo fue sencillo pero contundente; recuerdo el pan aún tibio, recién salido del fuego. Nuestro guía, Mahmoud, tenía un jeep viejo y maltrecho esperándonos—bromeaba diciendo que había visto más arena que muchos camellos.
El Desierto Negro parecía de otro planeta. Colinas oscuras esparcidas sobre arena dorada, casi en silencio salvo por el viento que silbaba a nuestro alrededor. Paramos en el pueblo de El Hez para darnos un chapuzón rápido en un manantial frío—mis pies se entumecieron al instante, pero fue un alivio después del viaje. La Montaña de Cristal fue lo siguiente; de cerca, esas rocas de cuarzo realmente brillan cuando les da el sol. El Valle de Agabat fue donde la cosa se puso mágica—las formaciones de piedra caliza se retuercen y giran como sacadas de un sueño. Ya entrada la tarde, encontramos nuestro campamento entre rocas con forma de champiñón en el nuevo Desierto Blanco. La cena fue pollo a la parrilla con arroz cocinado al fuego mientras Mahmoud contaba historias de su infancia aquí. ¿Las estrellas esa noche? Nunca había visto tantas en mi vida.
Despertar con arena pegada en los calcetines y un poco de frío en el aire hizo que el desayuno supiera mejor de lo normal—quizá solo era por estar al aire libre. Nos preparamos con calma, nadie tenía prisa por irse todavía. Si algo nos había faltado el día anterior, Mahmoud se aseguró de que lo viéramos antes de volver al Oasis de Bahariya. Cerca del pueblo hay un manantial termal donde puedes remojar las piernas cansadas antes de regresar a El Cairo. El desierto se queda contigo mucho después de haber sacudido toda la arena.
La edad mínima es 10 años debido a las largas horas de viaje y las condiciones de camping.
No se requiere experiencia, solo buena condición física y ganas de aventura. Se proporcionan tiendas y comidas.
No se recomienda para embarazadas ni personas con problemas cardíacos o de columna.
Las noches pueden ser frescas incluso en verano, lleva una chaqueta o ropa extra por si acaso.
Incluye transporte ida y vuelta desde El Cairo, todas las comidas (almuerzos, cena bajo las estrellas y desayuno), equipo de camping (tiendas y sacos de dormir), paseos en jeep por ambos desiertos, visitas a la Montaña de Cristal y el Valle de Agabat, además de tiempo en las aguas termales del Oasis de Bahariya. Guías locales acompañan todo el recorrido.
¿Necesitas ayuda para planear tu próxima actividad?