Recorrerás el bullicioso mercado de pescado de Manta, conocerás a los artesanos que tejen los sombreros de Montecristi en sus talleres tranquilos y caminarás bajo hojas mojadas en la selva de Pacoche con un guía local que conoce todos los atajos y cada historia. Verás cómo hacen botones de tagua a mano y probarás café ecuatoriano auténtico antes de volver con los zapatos embarrados y nuevas historias.
Empezamos justo en el mercado de pescado de Manta—ruido, aire salado, pescadores gritando sobre cajas de atún y marlín. Casi tropiezo con una red enrollada (por suerte nadie lo vio). Nuestro guía, Luis, nos llamó para que viéramos cómo llegaba un barco—sonrió y dijo algo de “desayuno para los pelícanos”. El olor era fuerte pero nada desagradable; se sentía auténtico. Nunca imaginé lo rápido que clasifican la pesca. Había tiburones también—pequeños—puestos junto a grandes trozos de atún rosado. No podía dejar de pensar que esto es la vida cotidiana aquí.
Después manejamos hacia Montecristi. Está a unos 15 minutos de Manta pero parecía otro mundo—calles tranquilas, casas amarillas pálidas con puertas azul deslavado. Luis nos llevó a ver a los tejedores de sombreros (aquí les llaman sombreros de Montecristi), y probé a tejer por unos treinta segundos antes de rendirme. La mujer a mi lado ni levantó la vista; sus dedos volaban. Los sombreros se hacen con palma de toquilla—Luis me pasó una tira para que la tocara. Más suave de lo que esperaba, casi sedosa. También nos contó de Ciudad Alfaro, un museo dedicado a Eloy Alfaro, quien lideró una revolución aquí. Me gustó escuchar cómo todavía hay debates sobre él; la historia no es tan sencilla.
Luego fuimos a la selva de Pacoche. Llovió un poco—gotas cálidas que hicieron que todo oliera a verde y humedad. Hay una parte del sendero bastante empinada (avisan), y yo ya estaba sin aliento a mitad de subida pero no quería quedar último. Vimos monos aulladores arriba, solo sombras moviéndose entre las hojas. Luis señaló una rana pequeñísima—¿la rana Machalilla?—más chica que la uña del pulgar. Se rió cuando casi piso un camino de hormigas (“¡pican!”). Al final mis zapatos estaban embarrados, pero de alguna forma me sentí bien.
De regreso paramos en el centro de Montecristi para tomar café y vimos a un hombre mayor tallando botones de tagua—sus manos manchadas de marrón por años de trabajo. La tienda olía a virutas de madera y a licor fuerte de caña (no lo probé). Es curioso qué cosas se quedan contigo después—un destello de color o la risa de alguien más que cualquier placa de museo.
El tour dura entre 5 y 6 horas incluyendo todas las paradas.
El tour incluye recogida; confirma los detalles al reservar.
Sí, unos 800 metros son empinados y no se recomiendan para personas con problemas cardíacos o de movilidad.
Sí, visitarás talleres en Montecristi donde artesanos tejen a mano los sombreros de Panamá.
Podrás ver monos aulladores, colibríes y pequeñas ranas Machalilla durante la caminata.
No incluye almuerzo pero sí agua embotellada durante la excursión.
Usa zapatillas o botas (nada de sandalias), pantalones y mangas largas, y lleva repelente de mosquitos especialmente para Pacoche.
El guía estándar habla inglés o español; otros idiomas pueden estar disponibles con un costo extra bajo petición.
Tu día incluye traslado en vehículo con aire acondicionado desde tu hotel o punto de encuentro en Manta, todas las entradas a sitios como el Museo Ciudad Alfaro y los senderos de la selva de Pacoche, además de agua embotellada durante el recorrido—serás guiado por un experto local que comparte historias en cada parada antes de devolverte cómodamente al final del día.
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