Camina por encima de los 4,800 metros en Cotopaxi antes de descender en bici por laderas volcánicas con un guía local. Calienta motores con desayuno y picnic a gran altura, luego rodea la Laguna Limpiopungo escuchando el canto de las aves mientras las nubes pasan sobre picos helados. No es solo ver, es sentirse pequeño de la mejor manera.
Lo primero que noté fue el crujir de la grava bajo nuestras botas al salir cerca de Pasochoa — y ese aire frío y fino que cuesta respirar. Nuestro guía, Andrés, nos entregó tazas humeantes de café mientras intentábamos acostumbrarnos a la altura, casi 3,000 metros. Se escuchaba un murmullo tranquilo entre los viajeros mientras todos admirábamos las Ilinizas asomándose entre las nubes. El desayuno fue un alivio más que otra cosa — pan caliente, huevos y algo dulce cuyo nombre nunca supe.
Entrar a Cotopaxi fue como cruzar a otro mundo. El volcán se impone ahí, enorme, con su cima nevada, mucho más imponente en persona que en cualquier foto. Paramos varias veces para que nadie se mareara por la altura (aunque uno sí; Andrés le recomendó pasos lentos y un poco de chocolate). En el estacionamiento nos pusimos guantes y comenzamos la caminata hacia el refugio. El viento soplaba fuerte, me picaban las mejillas pero también me hacía reír sin razón. Al llegar a 5,000 metros y ver el glaciar tan cerca que se notaban las grietas en el hielo, estaba cansado pero orgulloso. El almuerzo en el refugio fue sencillo: sándwiches, fruta y té caliente. Suena simple, pero a esa altura sabe a gloria.
Tenía nervios de bajar en bici por las laderas del Cotopaxi (las manos me temblaban un poco por el frío), pero después de la charla rápida de seguridad de Andrés, me sentí capaz. El descenso es una locura — la grava volcánica salpica detrás, y cada bache te sacude los huesos de forma divertida. En un momento, un zorro cruzó rápido frente a nosotros cerca de la Laguna Limpiopungo; todos nos detuvimos a verlo desaparecer entre la hierba amarilla. La laguna es un remanso de paz — llena de aves y agua como un espejo. Caminamos con Andrés, quien nos mostró orquídeas diminutas que jamás habría notado solo.
De regreso a Quito no podía dejar de pensar en lo puro que se siente todo allá arriba: el aire frío en los pulmones, la arena volcánica en los dientes (no es broma), y esa sensación cuando todos empiezan a reír de nuevo después de horas sin poder hablar por el cansancio. Si buscas un tour en bici por Cotopaxi que sea más que paisajes, este te queda grabado.
Está a unos 50 km al sur de Quito; el viaje dura alrededor de 1 hora y 30 minutos por la Panamericana.
Sí, niños desde 5 años pueden participar si van acompañados por sus padres.
Lleva ropa abrigada, incluyendo cortaviento y guantes para protegerte del frío y el viento de montaña.
No, no se requiere experiencia; los guías dan instrucciones antes del descenso.
Sí, incluye un picnic; hay opciones vegetarianas si avisas con anticipación.
El permiso para entrar a las áreas protegidas está incluido en el precio del tour.
Sí, se hacen varias paradas técnicas para que todos se adapten a la altura durante el camino.
Es una laguna tranquila rodeada de páramo con muchas aves; cerca hay un centro de interpretación.
Tu día incluye transporte desde Quito por carreteras de montaña con paradas para aclimatación, desayuno y fotos; permisos de entrada; todo el equipo de bici con casco; guía local bilingüe durante toda la actividad; además de un picnic a gran altura antes de regresar a Quito en la tarde.
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