Comienza tu día dejando Guayaquil atrás para adentrarte en el bosque nublado de Bucay, caminando por senderos húmedos con un guía local que conoce cada canto de pájaro. Prueba jugo fresco de caña en un trapiche tradicional antes de refrescarte bajo tres cascadas salvajes, incluida Isabela, la más alta de Bucay. El almuerzo es sencillo y local. Volverás a casa feliz y empapado.
Ya estábamos subiendo la carretera fuera de Guayaquil cuando apenas había despertado, el ruido de la ciudad quedaba atrás. Nuestro guía, Andrés, tenía la costumbre de señalar cada pájaro que veía, aunque yo no lograba distinguirlos entre la neblina. El viaje a Bucay duró unas dos horas, pero se hizo corto con todas sus historias de crecer cerca de estas montañas. Cuando finalmente bajamos del auto en la cima (a 1,280 metros — me taparon los oídos), el aire era denso y olía a verde, casi dulce. Pensé que iba a llover, pero nunca pasó, solo esa humedad típica del bosque nublado que se pega a todo.
La primera parada fue en un viejo trapiche — un molino de caña — manejado por una familia local. El hombre que lo atendía me dejó probar de girar la manivela (más difícil de lo que parece), y probamos jugo de caña recién exprimido. Tenía un sabor fresco, herbáceo y frío, nada tan dulce como esperaba. Li se rió cuando intenté decir “trapiche” en español — seguro lo dije mal. Después empezamos la caminata; el sendero estaba embarrado en algunos tramos pero no era complicado si llevas buen calzado. Andrés se detenía a mostrar plantas raras o a señalar pájaros — juraba que uno era un tucán, pero yo solo vi un destello amarillo y negro.
Las cascadas aparecían una tras otra: primero Las Mellizas (aún recuerdo ese estruendo), luego Chorrera del Amor, donde alguien había atado cintas rojas a una rama para atraer suerte. La última, Isabela, es enorme — 90 metros de altura — y pararse bajo ella era como recibir golpes de tambores fríos. Todos gritamos solo para escuchar cómo rebotaba nuestra voz en las rocas. Mi camiseta se pegó a la espalda por un buen rato, pero a nadie le importó; todos sonreíamos como niños.
El almuerzo fue en un lugar pequeño cerca del pueblo de Bucay — arroz, pollo a la parrilla, plátanos y una salsa picante que me hizo correr la nariz (pero de buena manera). Hablamos de lo diferente que es este bosque comparado con cualquier lugar cerca de Guayaquil; Andrés dijo que la mayoría no se da cuenta de lo cerca que están estos lugares salvajes hasta que los visitan. En el camino de regreso no dejaba de pensar en ese momento bajo la cascada Isabela — agua rugiendo por todos lados, y por un segundo nada más importaba.
El tour privado dura entre 9 y 10 horas, incluyendo el transporte desde Guayaquil.
Sí, el transporte privado incluye recogida y regreso al hotel en Guayaquil.
Visitarás tres cascadas: Las Mellizas, Chorrera del Amor e Isabela (la más alta de Bucay).
Sí, después de visitar las cascadas disfrutarás un almuerzo tradicional local.
Visitarás un trapiche tradicional de caña de azúcar manejado por locales y probarás jugo fresco directamente.
Se recomienda un nivel moderado de condición física, ya que los senderos pueden estar embarrados o irregulares en algunos tramos.
Los niños son bienvenidos, pero deben estar acompañados por un adulto durante todo el recorrido.
Si quieres, puedes darte una ducha refrescante bajo cada cascada durante la visita.
Tu día incluye transporte privado con recogida y regreso al hotel en Guayaquil, caminatas guiadas por el bosque nublado de Bucay con paradas en tres cascadas (Las Mellizas, Chorrera del Amor, Isabela), experiencia práctica en un trapiche tradicional con degustación de jugo de caña fresco, y un almuerzo local antes de regresar por la tarde.
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