Conducirás un buggy por la jungla, cruzarás ríos y senderos cerca del Parque Nacional Carara, y navegarás por el río Tárcoles para avistar cocodrilos y aves tropicales—todo guiado por locales que conocen cada atajo y historia. Es la forma perfecta de vivir una auténtica aventura costarricense en tu escala de crucero.
El aire estaba denso y cálido cuando bajamos del barco en Puntarenas—con la brisa justa para sentirse cómodo. Nuestro guía, Luis, nos esperaba en el muelle con una sonrisa y una nevera llena de botellas de agua fría (créeme, querrás una). El camino fuera de la ciudad nos regaló un vistazo a la vida cotidiana costarricense—niños jugando fútbol cerca de puestos de frutas, el aroma de mangos maduros entrando por las ventanas abiertas. Tras unos 40 minutos, llegamos al centro de aventuras junto al Parque Nacional Carara. Un poco de polvo en el aire y el zumbido de las cigarras acompañaban el ambiente.
Antes de arrancar, Luis nos explicó lo básico del buggy—nada complicado, solo instrucciones claras y una vuelta rápida por su pista privada. Estos buggies caben hasta seis personas, pero nuestro grupo se dividió en parejas; necesitarás al menos dos por vehículo. Al tomar los senderos, la aventura empezó en serio: caminos embarrados, salpicaduras de ríos poco profundos (mis tenis aún tienen la marca), destellos de verde por todas partes. Pasamos por plantaciones de banano y hasta vimos un par de guacamayas rojas volando alto—un rojo intenso contra tanto verde. Hay una parada en una cascada donde puedes lanzarte si te sientes valiente; yo solo mojé los pies, pero algunos se tiraron de lleno.
Después de sacudirnos la mayor parte del barro, subimos de nuevo a la van para un corto trayecto hasta el río Tárcoles. El paseo en bote aquí es otra historia—el río es ancho y lento, con manglares que se enroscan a lo largo de las orillas. Nuestro guía naturalista señaló enormes cocodrilos tomando el sol (uno parecía tan largo como nuestro bote), además de garzas y martines pescadores que se movían entre las ramas. Si tienes suerte, podrías ver monos o incluso perezosos en lo alto de los árboles. Es un lugar tranquilo, pero siempre hay algo en movimiento si observas con atención.
De regreso hacia Puntarenas, hicimos una parada en El Jardín de Orotina—un sitio local con souvenirs y un buffet al aire libre que ofrece gallo pinto y plátanos fritos. Compré unos granos de café para llevar; los tuestan ahí mismo y el aroma es increíble. Todo el día fue una mezcla de adrenalina y momentos pausados—zapatos embarrados, brisas del río, jugo de piña fresco goteando por la barbilla.
Los niños son bienvenidos pero deben ir acompañados por un adulto. El paseo en buggy puede ser movido, así que es mejor para niños que disfruten la aventura.
¡Sí! Hay una parada en una cascada donde nadar es opcional—solo lleva toalla y ropa para cambiarte si planeas meterte al agua.
El buffet en El Jardín de Orotina suele incluir opciones vegetarianas como arroz, frijoles, ensaladas y plátanos, pero avisa a tu guía con anticipación si tienes necesidades dietéticas.
Esta excursión está disponible solo para pasajeros de cruceros que atracan en Puntarenas debido a la logística y los horarios.
Tu día incluye transporte ida y vuelta desde el puerto en una van o minibús con aire acondicionado; guías locales profesionales; agua embotellada; aproximadamente dos horas en buggies por la jungla (compartidos según la reserva); safari en bote por el río Tárcoles; tiempo para comprar souvenirs; y almuerzo con platos típicos costarricenses en El Jardín de Orotina.
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