Si quieres ver cóndores salvajes de cerca y recorrer los paisajes únicos del páramo colombiano con locales que conocen cada sendero, esta excursión es para ti. Prepárate para cascadas, plantas raras, manantiales termales y una conexión auténtica con la naturaleza en alta montaña.
La niebla se aferraba al pasto cuando salimos de la camioneta, las botas crujían sobre el suelo helado. Nuestro guía de la comunidad indígena Puracé repartió tazas humeantes de tinto—ese café colombiano que sabe aún mejor a 3.400 metros de altura. El aire se sentía delgado pero fresco, con aromas a tierra mojada y hierbas silvestres. Empezamos la caminata hacia la cascada San Antonio, siguiendo un sendero estrecho bordeado de frailejones—esas plantas peludas que crecen apenas un centímetro al año. Aquí se siente la altitud; mi respiración se cortaba, pero el sonido del agua cayendo adelante me impulsaba a seguir.
Nunca olvidaré estar a solo diez metros de un cóndor andino mientras desplegaba sus alas—de verdad, no te das cuenta de lo enormes que son hasta que los tienes justo frente a ti. Nuestro guía explicó cómo estas aves son sagradas para la gente local y señaló sus perchas favoritas en los acantilados. El silencio solo se rompía con el viento y los llamados distantes. Más tarde, caminamos hasta la cascada Bedón, donde la bruma nos empapó el rostro y el musgo cubría cada roca. Hay algo en ver toda esa agua caer que te hace sentir pequeño pero vivo.
Nos detuvimos en el mirador de la laguna Andulbio—si tienes suerte con cielos despejados, el reflejo parece un espejo. Metí las manos en uno de los manantiales cristalinos cercanos (los locales lo llaman Pozo de los Deseos) y estaba helado pero extrañamente refrescante. El almuerzo fue sencillo pero contundente: sopa caliente y arroz servidos tipo picnic mientras compartíamos historias con nuestro guía sobre la vida en las alturas. Antes de regresar, pasamos por manantiales termales burbujeantes con vetas azules y naranjas—no se permite nadar aquí, pero solo ver esos colores contra las rocas grises fue impresionante.
Por lo general estarás entre 10 y 20 metros si las condiciones son favorables—los guías conocen bien sus hábitos, por lo que los avistamientos son comunes.
Las caminatas no son muy exigentes, pero hay terreno irregular y altitud; la mayoría de las edades lo manejan bien si están en forma razonable.
Lo ideal es vestirse en capas—puede pasar rápido de mañanas frías a tardes soleadas. También conviene llevar calzado impermeable porque los senderos pueden estar embarrados.
No está permitido nadar en los manantiales termales ni en las cascadas principales por seguridad y conservación—pero sí puedes tocar algunos de los arroyos fríos en el camino.
Tu día incluye transporte privado desde Popayán o pueblos cercanos, entradas al Parque Nacional Puracé, almuerzo (generalmente sopa caliente y comida local), pausas para café o té durante el recorrido, además de la guía de un experto nativo que conoce estas montañas al detalle. También está cubierta la póliza de seguro para que solo te preocupes por disfrutar.
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