Si quieres ver volcanes de cerca, caminar por bosques frondosos y sentir la bruma de cascadas patagónicas en un solo día, esta excursión es para ti. Historias locales, vistas impresionantes y tiempo para disfrutar sin prisas.
Dejando atrás Puerto Montt, seguimos la carretera junto al lago, con el agua del Llanquihue brillando a través de la ventana del bus. El aire se sentía fresco, incluso en verano, y se veían locales pescando desde los muelles cerca de Puerto Varas. Nuestra guía, Marcela, señalaba los volcanes Osorno y Calbuco—con nieve aún en sus cumbres, aunque ya era casi mediodía. Hay un momento, al doblar una curva cerca de Ensenada, donde Osorno domina el cielo de golpe. Es imposible no quedarse mirando.
El camino hacia el centro de esquí del volcán Osorno es serpenteante—curvas cerradas, olor a pino en el aire y, de vez en cuando, algún perro callejero trotando al lado de la ruta. Arriba, tuvimos cerca de una hora para explorar. Me tomé un chocolate caliente en la pequeña cafetería (de esos que calientan más las manos que el estómago) y vi a algunos valientes subir en telesilla para disfrutar de una vista aún más alta. El viento allá arriba puede ser frío, así que lleva una chaqueta, aunque abajo parezca soleado. Desde el mirador, el lago Llanquihue se extiende como una manta azul, y en días despejados se alcanza a ver hasta el Pacífico.
La siguiente parada fue Petrohué, justo al lado del lago Todos los Santos dentro del Parque Nacional Vicente Pérez Rosales. El bosque aquí es denso—verde intenso, con ese aroma a tierra mojada tras la lluvia de la noche anterior. Caminamos por un sendero fácil bajo árboles coigüe mientras Marcela contaba historias de antiguas erupciones y cómo la gente local usa plantas nativas para hacer té. El color turquesa del río casi parece irreal hasta que estás parado justo a su lado.
Terminamos en los Saltos del Petrohué—esas cascadas son poderosas, rugiendo sobre rocas negras de lava antigua. Seguro te mojarás un poco si te acercas demasiado (yo sí). Las rocas tienen unos fragmentos vidriosos; Marcela explicó que es vidrio volcánico de erupciones de siglos atrás. Después de sacar muchas fotos, tuvimos tiempo para almorzar en un lugar cerca de la entrada del parque antes de regresar al pueblo. El día fue una mezcla de naturaleza salvaje y pequeños detalles sorprendentes—como flores silvestres diminutas creciendo entre las piedras de lava o el silencio roto solo por el agua y los pájaros por unos minutos.
¡Sí, muchas familias nos acompañan! Solo recuerda que los niños deben estar siempre con un adulto por seguridad.
Lo mejor es vestirse en capas—el clima cambia rápido allá arriba. Lleva chaqueta, zapatos cómodos, protector solar y quizá un gorro para el viento o el sol.
Por supuesto. Solo avísanos los datos de tu barco al reservar para coordinar bien el horario de recogida.
No, el almuerzo no está incluido, pero hay tiempo para comprar algo en cafés locales o llevar tu propia comida para un picnic.
Tu día incluye traslado ida y vuelta desde hoteles en Puerto Montt o Puerto Varas, transporte en vehículo privado y una guía local amable que conoce todos los rincones del Parque Vicente Pérez Rosales. ¡Para todas las edades!
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