Recorrerás los cerros pintados de Valparaíso, subirás en un funicular antiguo con locales, verás lobos marinos en el puerto y probarás vinos de Casablanca rodeado de viñas. Podrás probar comida callejera o detenerte en miradores; el día avanza al ritmo de la gente del lugar. Al atardecer te llevarás más que fotos: un sabor nuevo o un recuerdo que se queda inesperadamente.
No esperaba que lo primero que vería en Viña del Mar fuera una estatua Moai de Isla de Pascua, justo afuera del Museo Fonck. Nuestra guía, Camila, sonrió al verme sorprendido y nos contó cómo llegó hasta ahí en 1951. Tenía una forma de mezclar historia con bromas, como cuando intentó enseñarnos a pronunciar “Rapa Nui” (yo definitivamente fallé). El aire olía a sal, aunque estábamos lejos del mar, y los niños ya corrían alrededor del reloj de flores mientras pasábamos.
Valparaíso es más ruidoso de lo que imaginaba—colores por todos lados, perros ladrando desde los techos, y música que se escucha desde alguna colina. Caminar por sus empinadas calles es como entrar en un cuadro que mezcla graffiti con arquitectura europea antigua. Nos apretujamos en uno de esos funiculares de madera—el Ascensor El Peral crujía, pero subió sin problemas—y arriba, Camila señaló la bahía que parecía infinita. En el Paseo Gervasoni me quedé un momento en silencio; se olía el pescado frito que venía del puerto y se escuchaba a artistas callejeros reír detrás nuestro. Esa vista todavía me viene a la mente.
Almorzamos por nuestra cuenta (yo me animé con empanadas—quizá demasiadas), y luego partimos hacia el Valle de Casablanca. Los viñedos parecían irreales en medio de tanta tierra seca. La cata de vinos fue tranquila; probamos dos tipos mientras alguien nos explicaba cómo la brisa marina cambia todo en las uvas de aquí. No soy muy fan del vino, pero hasta yo sentí algo distinto—quizá más fresco. Fue un alivio sentarse un rato después de tanto caminar. De regreso a Santiago (o si vas directo al crucero), el grupo estaba más callado—quizá cansados o simplemente procesando todo lo vivido.
Sí, el traslado desde y hacia hoteles en Santiago está incluido.
Sí, hay una parada para cata de vinos en una viña del Valle de Casablanca en el regreso.
Puedes llevar 1 equipaje grande y 1 pequeño por persona si pides bajarte en el puerto; equipaje extra puede tener costo adicional.
Si eliges bajarte en el puerto de Valparaíso en vez de volver a Santiago, no visitarás la viña en Casablanca.
El tour incluye un paseo en funicular en Valparaíso como parte de la experiencia.
El traslado parte alrededor de las 8 AM; el regreso es entre 6 y 7 PM, según tráfico y ritmo del día.
No, el almuerzo es por cuenta propia; puedes elegir dónde comer en Valparaíso o Viña del Mar.
Es apto para todos, aunque incluye caminar por calles empinadas.
El día incluye traslado desde tu hotel en Santiago, un paseo en funicular clásico por los cerros de Valparaíso con guía, entradas a sitios clave de ambas ciudades, cata de vinos en viña del Valle de Casablanca (salvo que optes por bajarte en el puerto para el crucero), y transporte de regreso o directo al barco—todo para que solo disfrutes cada momento.
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