Sentirás la esencia pura de la Patagonia navegando desde Punta Arenas hacia el Parque Marino Francisco Coloane, avistando ballenas tan cerca que escucharás su respiración, viendo glaciares caer al agua helada, compartiendo café caliente con otros viajeros y escuchando historias locales durante el almuerzo. No es solo marcar lugares, es sentir lo pequeño que eres — y disfrutarlo.
Nunca pensé que vería el aliento de una ballena suspendido en el aire frío de la mañana, pero eso fue justo lo que pasó al sur de Punta Arenas, mucho antes de mi segunda taza de café. Salimos temprano, demasiado para mi costumbre, y al llegar al muelle ya tenía las manos rígidas por el viento. Nuestra guía, Camila, repartió tazas humeantes y sonrió al ver nuestras caras somnolientas. “Siempre es así”, dijo. Y le creí.
El barco parecía pequeño frente a la inmensidad del Estrecho de Magallanes, que no es cualquier cosa, pero se sentía acogedor con todos apretujados en chaquetas prestadas. El cielo estaba bajo y gris, y en el aire flotaba ese sabor salado que se te queda en los labios. Pasamos por el Fuerte Bulnes (Camila lo señaló; casi no lo veo porque justo apareció un delfín) y luego… silencio, solo gaviotas y alguien comiéndose un sándwich demasiado temprano. De repente, aparecieron ballenas jorobadas, enormes y extrañamente suaves, tan cerca que se oía su exhalación. Se me pusieron los pelos de punta (y no solo por el frío). La frase “avistaje de ballenas Punta Arenas” no captura lo que se siente cuando miras a los ojos a un ser tan antiguo.
Más tarde navegamos cerca de la Isla Santa Inés, donde los glaciares azulados caían hacia aguas oscuras. El aire olía a mineral, como nieve derritiéndose sobre las rocas. Los pingüinos de Magallanes caminaban por la orilla con aire de dueños del lugar (quizás lo sean). También vimos lobos marinos, con esa confianza perezosa sobre las rocas negras. El almuerzo fue sencillo pero delicioso después de horas al aire libre: comida caliente y pan que soltaba vapor al romperlo. Camila nos contó historias de Tierra del Fuego; solo escuché la mitad porque estaba viendo a los cormoranes zambullirse por peces.
Sigo pensando en lo silencioso que se sentía todo allá afuera: solo viento, el agua golpeando el casco y a veces nada más que tus propios pensamientos volando libres. Si buscas una aventura tipo Machu Picchu o Cusco pero al estilo Patagonia, esto es distinto: más lento, sí, pero se te mete bajo la piel de una forma única.
El crucero dura unas 10 horas, más el tiempo de traslado desde Punta Arenas hasta el punto de embarque, a 50 km al sur de la ciudad.
Sí, el día en el barco incluye desayuno, café o té y almuerzo.
Podrás ver ballenas jorobadas, ballenas sei, delfines australes, delfines nariz de botella, lobos marinos, pingüinos de Magallanes, petreles y cormoranes.
No se menciona recogida en hoteles; la salida es desde oficinas en Punta Arenas con traslado en bus hasta el punto de embarque.
Sí; los bebés y niños pequeños pueden ir en cochecito y el tour es apto para todos los niveles de condición física.
El barco zarpa a unos 50 kilómetros al sur de Punta Arenas, después de un traslado en bus desde la ciudad.
No se recomienda para viajeros con problemas cardiovasculares debido a la ubicación remota y las condiciones del tour.
Tu día incluye desayuno con café o té al subir al barco cerca de Punta Arenas tras un traslado temprano en bus; luego disfrutarás de un almuerzo caliente a bordo mientras navegas por el Parque Marino Francisco Coloane, pasando por glaciares y avistando fauna antes de regresar por la tarde.
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