Desde Santiago, viajarás al corazón de los Andes con un guía local, degustarás vinos de altura en Viña InSitu y subirás por la carretera de Caracoles hasta las aguas esmeralda de la Laguna Inca. Prepárate para empanadas calientes, picos nevados y relatos que duran más que tus fotos.
Aún recuerdo cómo la ciudad se fue quedando atrás al salir de Santiago—un minuto estábamos en el tráfico matutino con caras dormidas, y al siguiente las montañas se apoderaron del paisaje. El aire se volvió más fino, más nítido. Nuestro guía, Francisco, señalaba detalles que jamás habría notado—como cómo la luz en la cima del Aconcagua cambia cada pocos minutos si te quedas mirando. Nos contó historias sobre el camino de Caracoles antes de llegar (confieso que mi estómago se revolvía con esos 30 zigzags). Pero primero, café y una parada rápida para picar algo—todos agarrando agua como si fuéramos a escalar el Everest.
Los Andes se sienten realmente infinitos de cerca. Paramos en la Viña InSitu antes de subir más alto—un viñedo escondido en las faldas de la montaña. No soy muy fan del vino, pero su Malbec sabía distinto allá arriba; quizá era el aire o esa vista de las vides con picos nevados al fondo. Francisco nos presentó a Daniela de la viña, que servía con una confianza natural—se rió cuando le pregunté cómo sobreviven las uvas al invierno aquí (“Son más duras que yo,” dijo). Después, nos lanzamos a la carretera de Caracoles. Las curvas son una locura—sentía que estaba dentro del sueño de una serpiente—y de repente estás por encima de todo.
La Laguna Inca es mucho más verde de lo que muestran las fotos, casi como un espejo en algunos puntos. Hay una leyenda antigua sobre una princesa inca cuyos ojos volvieron esmeralda el agua—traté de imaginarla ahí, con el viento en el cabello, mientras comía mi empanada (que, para ser sincero, aún estaba tibia y perfecta). El almuerzo en el Hotel Portillo parecía sacado de una película antigua—meseros con camisas impecables, esquiadores deslizándose afuera aunque adentro reinaba el silencio. De regreso paramos en una granja de llamas—una de ellas me miró fijo como si supiera que hasta hoy nunca había visto nieve.
No esperaba sentirme tan pequeño y tan en paz allá arriba. No es solo ver cosas—es dejar que todo ese espacio montañoso te invada la mente un rato. Incluso ahora, cuando escucho el tráfico afuera de mi ventana en casa, a veces pienso en ese silencio junto a la laguna y me pregunto si Francisco está contando esa misma historia a alguien más en este momento.
El tour dura unas 10 horas, incluyendo recogida en el hotel en Santiago y regreso por la tarde o noche.
Incluye una empanada como snack; el almuerzo en el Hotel Portillo es opcional y no está incluido en el precio base.
Sí, se hace una parada en Viña InSitu para una cata de vinos con vistas a las montañas.
Caracoles es una ruta de montaña con 30 curvas cerradas que sube hasta los 3.000 metros camino a Argentina.
Sí, el traslado desde y hacia hoteles o Airbnb en Santiago está incluido en la reserva.
El tour es apto para todos los niveles físicos y los bebés pueden ir en cochecito; las familias son bienvenidas.
Se necesita un mínimo de cuatro participantes; si no se alcanza, te ofrecerán otra fecha o el reembolso.
Si Viña InSitu está cerrada (domingos o feriados), la cata se realizará en otro lugar cercano.
Tu día incluye recogida y regreso al hotel en Santiago, transporte guiado por los Andes con historias durante el camino, entrada y cata en Viña InSitu (o lugar alternativo si está cerrada), parada para empanadas (más tiempo para almorzar en el Hotel Portillo si quieres), todo acompañado por un guía local profesional antes de volver al hotel por la tarde.
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