Pedalea en bici rosa por las calles llenas de murales de Montreal con una guía local, explora los callejones verdes de Plateau-Mont-Royal, disfruta un picnic con cerveza artesanal en un parque tranquilo y contempla vistas al río lejos de las multitudes. Risas, historias locales y momentos que quedan mucho después de dejar el casco.
Lo primero que recuerdo son las bicicletas rosas alineadas al borde del parque Jeanne-Mance, con ese murmullo suave de la mañana antes de que la ciudad despierte de verdad. Nuestra guía, Marie, que llevaba una chaqueta llena de pins esmaltados, nos entregó los cascos y soltó un chiste sobre el “pelo aplastado por el casco, muy Montréal”. Partimos rumbo al parque Mount Royal (todos lo llaman simplemente “la Montaña”), esquivando corredores y una pareja paseando a un perro que parecía sacado de una película indie. El aire olía a césped recién cortado y a café lejano. Marie nos señaló dónde se fundó la ciudad, justo al pie de la montaña. No esperaba sentirme tan… conectada, ¿será por la forma en que ella contaba las historias?
Recorrimos calles llenas de murales; algunos eran tan enormes que tuve que dejar de pedalear solo para admirarlos. Había uno gigante que, según Marie, significaba mucho para los locales; nos contó sobre el artista mientras estirábamos el cuello para ver todos esos colores. En un momento intenté pronunciar algo en francés y lo hice fatal; uno de los demás ciclistas se rió y lo intentó también, y eso me hizo sentir menos torpe. Pasear por Plateau-Mont-Royal fue como entrar en el jardín trasero de alguien: callejones verdes cubiertos de enredaderas, escaleras de caracol pintadas con colores vivos, viejos jugando ajedrez bajo los árboles. Paramos a comer un picnic en un parque “fuera de ruta” (sus palabras), con sándwiches y cerveza artesanal mientras la brisa movía las hojas de los álamos. Aún recuerdo lo tranquilo que se sentía, para ser una ciudad tan bulliciosa.
Después del almuerzo, pedaleamos hacia el distrito de entretenimiento de Montreal; Marie nos señaló escenarios de festivales y locales donde había visto tocar a bandas “antes de que fueran famosas”. Pasamos por el antiguo barrio rojo y entramos en el Village gai, lleno de banderas arcoíris y gente charlando en las terrazas. Había una calle peatonal que parecía no acabar nunca; Marie conocía a la mitad de la gente que cruzábamos y saludaba cada pocos minutos. Por ahí me di cuenta de cuánto aman los montrealenses sus parques: terminamos en el parque La Fontaine, donde la gente descansaba en mantas o tocaba música sin prisa alguna.
Lo último que recuerdo fue estar en un mirador escondido sobre el río, no en el Viejo Montreal con sus multitudes, sino en un lugar más tranquilo donde se oía el agua moverse abajo. Mis piernas estaban cansadas, pero de ese cansancio feliz, si me entiendes. Es curioso: pensé que sería otro tour en bici más por Montreal, pero fue como tomar prestada la ciudad de alguien por un día.
Sí, incluye un picnic con cerveza artesanal durante el recorrido.
No se especifica la duración exacta, pero espera varias horas con paradas para ver murales, parques, almorzar y disfrutar vistas al río.
No, visitarás zonas menos turísticas como Plateau-Mont-Royal y tendrás vistas al río lejos de las multitudes del Viejo Montreal.
Sí, el uso de la bicicleta y el casco están incluidos en el precio del tour.
Se recomienda tener una condición física moderada, ya que se pedalea por varios barrios de Montreal.
Un guía profesional local acompaña cada grupo y comparte historias sobre los barrios durante el recorrido.
Ropa cómoda para andar en bici; al reservar, avisa si tienes necesidades dietéticas o tu altura para ajustar bien la bici.
Tu día incluye el uso de una bicicleta rosa y casco para recorrer los barrios de Montreal, la guía de un experto local que comparte historias en cada parada, además de un picnic con cerveza artesanal en un parque poco conocido antes de regresar por calles arboladas. Todo organizado para que solo disfrutes pedaleando.
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