Si quieres degustar auténtica cerveza y chocolate belgas mientras descubres los mejores rincones de Bruselas, esta excursión es para ti. Caminarás por calles históricas, aprenderás de un guía local y probarás sabores que no encontrarás en ningún otro lugar, todo en una tarde relajada.
Lo primero que me impactó fue el aroma: gofres recién hechos de un carrito callejero mezclándose con el aire maltoso que salía de una taberna cercana. Nos encontramos con nuestro guía brasileño justo junto a los adoquines de la Grand-Place, donde los edificios con remates dorados se alzaban imponentes sobre nosotros. Nuestro pequeño grupo (éramos ocho ese día) comenzó a recorrer el centro de la ciudad, esquivando ciclistas y escuchando fragmentos de francés y neerlandés a nuestro paso. Honestamente, nunca me había dado cuenta de lo animada que puede sentirse Bruselas en una tarde entre semana.
Entramos en un bar justo al lado de la plaza principal, uno de esos lugares con bancos de madera pulidos por años de codos y risas. El camarero nos sirvió la primera ronda: una rubia fresca y crujiente, seguida de una más oscura con toques de caramelo. Nuestro guía nos explicó cómo cada estilo de cerveza tiene su propia historia: algunas elaboradas por monjes, otras por cervecerías familiares en las afueras. Entre sorbos, picoteamos cubos de queso y finas lonchas de embutido que compartíamos en grupo. Es fácil perder la noción del tiempo cuando intercambias historias acompañadas de buenas bebidas.
Luego llegó el turno del chocolate. Paseamos por las Galerías Reales de Saint Hubert, con la luz del sol reflejándose en los techos de cristal. Dentro de la tienda de un chocolatero, el aire estaba impregnado de cacao y azúcar. Probamos desde pralinés rellenos de frambuesa hasta chocolate negro con un toque de chile; en total, diez variedades si no me equivoco. El personal incluso compartió consejos para maridar ciertos chocolates con cervezas locales (¡sorprendentemente bueno!). Además, nos dieron una pequeña tarjeta de descuento para las chocolaterías del centro, que usé después para comprar algunos regalos para llevar a casa.
La última parada fue cerca del Manneken Pis, esa famosa estatuilla que todos fotografían pero en la que rara vez se detienen más de un minuto. Allí probamos dos cervezas más (una lambic afrutada que casi sabía a sidra), tomamos fotos y observamos a los locales apresurarse camino al trabajo o a sus recados. Para entonces, mi mochila olía ligeramente a lúpulo y chocolate, un recuerdo bastante bueno, si me preguntas.
¡Sí! Aunque la cerveza es la protagonista, las degustaciones son pequeñas cantidades pensadas para saborear, no para beber en exceso. Además, hay mucho chocolate para disfrutar durante el recorrido.
La tabla de quesos es apta para vegetarianos; sin embargo, se incluyen embutidos para compartir en el grupo. Comunica tus necesidades dietéticas al guía, que hará todo lo posible por ayudarte.
La ruta recorre el centro de Bruselas a un ritmo tranquilo con paradas frecuentes, sumando unas 2 horas de caminata por calles planas.
Disfrutarás de degustaciones guiadas de al menos seis cervezas belgas y diez tipos diferentes de chocolate en tiendas especializadas del centro de Bruselas. Se sirven quesos y embutidos para compartir en el grupo. También recibirás un práctico descuento del 10 % en chocolaterías seleccionadas del centro, ideal si quieres llevarte algún detalle a casa.
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