Recorre la costa norte de Aruba con un guía local, pasando campos de cactus y ruinas de molinos de oro hasta llegar a playas con brisa para galopar junto al mar. Grupos pequeños, instrucciones para todos, y momentos donde Aruba se siente más grande y salvaje de lo que imaginabas.
Todo empezó con polvo bajo mis botas y olor a heno; la verdad, estaba un poco nervioso en el rancho. Miguel, nuestro guía, me entregó un casco (opcional para adultos, pero yo lo usé) y explicó lo básico de una forma tan sencilla que hasta montar torpemente me pareció fácil. Mi caballo se llamaba Luna—ojos tranquilos, un poco testaruda al principio para seguir al grupo. Salimos enseguida, éramos poquitos, y se escuchaba el viento antes de ver el mar. El aire era seco y cortante, como si trajera sal desde muy lejos.
El primer tramo por Arikok fue puro cactus y piedras, nada que ver con los senderos verdes y suaves que imaginaba. Miguel nos mostró unas lagartijas tomando el sol; dijo que si las agarras, su cola se desprende (aunque no lo intentamos). El mar apareció rápido a nuestra izquierda: azul salvaje con espuma rompiendo contra acantilados oscuros. Caminamos lento y luego troté cuando Miguel dio la señal—mis muslos aún lo recuerdan. Pasamos por las ruinas del Molino de Oro Bushiribana, solo paredes de piedra contra el cielo; nos contó cómo en el siglo XIX la gente venía aquí buscando oro. Intenté imaginar esa emoción mientras Luna olfateaba un mechón de hierba.
Seguimos rumbo a la playa Budui—la arena parecía casi blanca bajo el sol, sin sombra más que la que daba tu caballo. En la bahía Wariruri aceleramos y galopamos junto al agua (creo que hasta grité de emoción). Alguien del grupo se le cayó el móvil intentando sacar una foto, pero Miguel se rió y lo recogió en la siguiente pasada—sin líos. La brisa allí es única; te empuja tan fuerte que tu sombrero volaría si te dejaran usar uno (no está permitido). Mis manos olieron a riendas de cuero por horas después.
Al final mis piernas estaban hechas gelatina, pero no quería bajarme de Luna, al menos no todavía. Hay algo en ver Aruba a caballo que se queda contigo más tiempo que cualquier foto. A veces, cuando escucho el viento mover las hojas de palma, todavía recuerdo esa vista sobre las dunas.
El recorrido dura unos 90 minutos de cabalgata continua con breves paradas en playas para fotos.
Sí, la recogida en hotel está incluida; solo asegúrate de dar tus datos al reservar.
No, no hace falta experiencia; te dan instrucciones y medidas de seguridad antes de empezar.
El peso máximo permitido por jinete es de 100 kg (220 libras).
Los niños deben usar casco sí o sí; para adultos es opcional pero recomendable.
No se recomienda que mujeres embarazadas participen en este tour.
Se aconsejan pantalones largos y zapatos firmes; no está permitido usar sombreros durante la cabalgata.
El paseo comienza cerca de Arikok y sigue senderos costeros dentro del parque.
Sí, pasarás por las ruinas y tu guía te contará su historia durante el recorrido.
Tu día incluye recogida en hotel en vehículo con aire acondicionado, todo el equipo necesario para montar, agua embotellada para mantenerte fresco bajo el sol de Aruba, instrucciones de seguridad antes de subir, incluso si es tu primera vez, y cascos disponibles para todos (obligatorios para niños). Te asignarán un caballo según tu nivel antes de salir a explorar esos senderos costeros salvajes.
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