Viaja desde Salta por pueblos tabacaleros y cañones ancestrales hasta los viñedos soleados de Cafayate. Prueba alfajores caseros y vino Torrontés, escucha tu eco en la Garganta del Diablo y disfruta de tiempo libre en la plaza. Un día lleno de colores y sorpresas que recordarás mucho después de volver a casa.
Antes de salir de Salta, alguien ya había pasado una bandeja con alfajores desmenuzables—azúcar impalpable por todos lados y risas contenidas. Recuerdo al chofer tarareando viejas canciones folclóricas mientras avanzábamos por la Ruta 68 rumbo al sur. El aire tenía un aroma dulce, tal vez de los campos de tabaco cerca de Talapampa, donde hicimos una parada para tomar café y estirar las piernas. Un hombre mayor vendía empanadas desde una hielera en la parada del colectivo; me guiñó un ojo cuando intenté hablar en español (no muy bien), pero igual me dio una. Caliente, salada, perfecta.
No esperaba que Alemania fuera tan chiquito—cinco familias y un par de señales ferroviarias desgastadas. Nuestra guía, Marta, nos contó cómo las vías conectaban esos pueblos pequeños; ahora solo queda silencio y viento. De repente, todo cambió: comenzaron a levantarse acantilados rojos a nuestro alrededor, con formas tan locas que parecía que alguien las había esculpido a propósito. La Quebrada de las Conchas es pura naturaleza salvaje—en la Garganta del Diablo tu voz se devuelve en eco, y todos quisieron probar (unos más fuerte que otros). El Anfiteatro se sentía fresco por dentro, casi húmedo comparado con el sol afuera. No paraba de pasar la mano por las paredes de piedra—suaves en algunos puntos, ásperas en otros, como si el tiempo hubiera hecho lo suyo aquí.
Al mediodía ya estábamos en Cafayate. El almuerzo fue ruidoso y tranquilo a la vez—cabrito a la parrilla para algunos, pasta para otros—y luego llegó la cata de Torrontés en una bodega a las afueras. No soy muy fan del vino, pero este tenía un sabor a flores y cítricos que me sorprendió; hasta Marta parecía impresionada. Caminamos entre hileras de viñas con uvas moradas colgando tan bajas que casi las tocaba (quizás me animé a probar una). Después tuvimos una hora para pasear por la plaza de Cafayate—niños jugando al fútbol descalzos, mujeres vendiendo bolsos tejidos bajo jacarandás. Compré una botellita pequeña de dulce de leche que se me derramó en la mochila, pero valió totalmente la pena.
El viaje de regreso fue más tranquilo. Algunos se quedaron dormidos, otros miraban la luz que se desvanecía sobre esos cerros pintados—yo no podía dejar de pensar en lo antiguo que es todo aquí, en lo mucho que cambió y lo mucho que sigue igual. Esa sensación no se encuentra en cualquier lado.
El tour es de día completo, con recogida por la mañana en Salta y regreso por la tarde tras explorar Cafayate.
No, el almuerzo no está incluido, pero tendrás tiempo libre en Cafayate para elegir dónde comer.
Sí, hay una visita guiada a una bodega cerca de Cafayate con cata de vinos para mayores de 18 años.
Pararás en Talapampa para desayunar, el pueblo Alemania, la Garganta del Diablo, el Anfiteatro, una bodega cerca de Cafayate y tendrás tiempo libre en el pueblo.
Sí, la recogida y regreso al hotel dentro de la ciudad de Salta están incluidos en la reserva.
Sí, todos los lugares visitados son accesibles, incluyendo el transporte y las principales atracciones.
Sí, las familias con niños son bienvenidas; hay asientos para bebés si los necesitas.
Tu día incluye recogida en el centro de Salta, transporte cómodo con aire acondicionado y guía en inglés o español durante todo el recorrido, entradas a todos los puntos de la Ruta 68—incluyendo la Garganta del Diablo—y una cata guiada en una bodega local antes de llevarte de vuelta a tu alojamiento por la tarde.
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