Remarás por el Río La Leona desde El Calafate con un guía local, sintiendo el aire salvaje de la Patagonia antes de caminar entre árboles petrificados y fósiles antiguos. Prepárate para momentos simples: snacks bajo el cielo abierto, texturas ásperas en las manos, risas que resuenan sobre el agua — y un silencio que perdura mucho después.
No esperaba sentirme tan pequeño allá afuera, la verdad. La mañana arrancó en El Calafate — aún medio dormido cuando Martín, nuestro guía, nos recogió (tenía una calma especial). El camino hacia el Río La Leona se hizo largo, pero de esa forma que te hace sentir libre y lejos de todo. Sabes que estás en medio de la nada cuando el polvo del camino ya cubre tus zapatos antes de bajar de la van. Preparamos el equipo y Martín revisó los remos dos veces — decía que el viento cambia rápido por aquí. No exageraba.
La primera hora en el agua fue una mezcla de nervios y emoción — mis manos se entumecieron al principio (los ríos de Patagonia son fríos aunque el sol brille), pero poco a poco me fui adaptando al ritmo. Solo se oían los remos y algunos pájaros a lo lejos — recuerdo que el aire olía limpio, a pasto seco y piedras del río. Paramos a comer algo bajo un árbol con una forma rara (Martín lo llamó “el viejo centinela”) y luego empezó la caminata. Esa parte me sorprendió más: caminar entre árboles petrificados y lo que Martín juraba eran huesos de dinosaurios asomando en la tierra. Nos dejó sostener uno — más pesado de lo que imaginaba, áspero como lija.
El almuerzo fue sencillo, solo unos sándwiches que llevamos (te piden que traigas tu propia comida), pero comerlos sentado en madera antigua tuvo su magia. No hay baños por ahí — naturaleza pura, como dijo Martín con una sonrisa — así que hay que estar preparados. Después volvimos a los kayaks para seguir río abajo. El viento ya había subido y remar se puso más difícil; casi me doy vuelta una vez, pero logré mantenerme (por poco). Alguien se rió detrás mío, y eso me ayudó. Cuando terminamos, mis brazos estaban como gelatina, pero no podía dejar de mirar esas colinas vacías. Es curioso cómo el silencio se queda contigo mucho después de irte.
La actividad completa dura unas 8.5 horas, incluyendo kayak y caminata.
No, debes llevar tu propio almuerzo para este tour.
No hay baños; es naturaleza pura según el guía.
La edad mínima es 12 años y los niños deben ir acompañados por un adulto.
Sí, el traslado desde y hacia el hotel está incluido en El Calafate.
Se recomienda tener buena condición física; remar puede ser complicado si hace viento.
Es posible ver huesos de dinosaurios expuestos y árboles petrificados durante el trekking.
El tour puede contar con guía multilingüe según el grupo.
Tu día incluye traslado desde y hacia el hotel en El Calafate, todo el equipo de kayak con revisiones de seguridad por un guía profesional (a veces multilingüe), fotos durante la ruta y snacks en las pausas antes de volver al pueblo al atardecer. No se incluye almuerzo, así que lleva tu propio picnic para la parada entre fósiles.
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