Sentirás el Glaciar Perito Moreno antes de llegar: el viento frío en la cara, los crujidos retumbando por el Lago Argentino, colores salvajes en cada rincón. Las pasarelas te dejan caminar o simplemente quedarte mirando; el paseo en barco opcional te acerca aún más a esas paredes azules que cambian constantemente. No es solo marcar casillas, es dejar que algo enorme te conmueva.
El viaje desde El Calafate empezó tranquilo — solo el suave ronroneo de la van y esa luz azul tan particular de la Patagonia. Nuestra guía, Lucía, señaló unos guanacos pastando junto a la ruta y yo intenté (sin éxito) sacar una foto por la ventana. La primera parada fue en una curva llamada “Curva de los Suspiros”. No entendí por qué hasta que doblamos y, de repente, ahí estaba el Glaciar Perito Moreno, imponente, como si fuera el dueño del lugar. La verdad, todos nos quedamos en silencio por un momento. No solo es enorme, es… ruidoso. Se escuchan los crujidos resonando por todo el Lago Argentino, incluso desde lejos.
En Los Glaciares, Lucía se encargó de los tickets mientras nosotros nos abrigábamos — el viento pica fuerte, incluso en verano. Nos explicó cómo funcionan las pasarelas (hay varias rutas; recomendó la amarilla para evitar tantas escaleras). Caminamos a nuestro ritmo por esos senderos metálicos sobre árboles cubiertos de musgo y pequeños parches de flores silvestres. El aire olía a algo punzante, casi metálico cerca del hielo. En un mirador vi cómo un trozo de hielo se desprendía — cayó al lago con un estruendo profundo que me hizo vibrar el pecho. Algunos soltaron un suspiro, otros solo miraban en silencio. El almuerzo fue lo que pude conseguir en la cafetería (empanadas para mí), pero la verdad casi no lo saboreé porque mi cabeza seguía en ese sonido.
Había elegido la opción del safari en barco, así que después de reunirnos de nuevo subimos a un bote robusto — nada lujoso pero cálido por dentro. Navegar tan cerca de esas paredes azules y dentadas fue surrealista; ves texturas y tonos que desde arriba se te escapan. Alguien detrás mío susurró “parece que está vivo”, y no podía estar más de acuerdo. La guía nos contó que cada pocos años se forma un puente de hielo que luego se derrumba — dicen que gente de todo Argentina viene solo para ver ese momento. Hoy no pasó, pero estar tan cerca de algo tan antiguo y en constante movimiento es realmente sobrecogedor.
El regreso fue tranquilo, salvo cuando Lucía nos contó historias de su infancia en la Patagonia — se rió cuando intenté pronunciar “Calafate” correctamente (no lo logré). Tenía los zapatos embarrados y la cara adolorida de tanto entrecerrar los ojos con esa luz blanca y azul, pero sí… si estás pensando en hacer una excursión de un día al Glaciar Perito Moreno desde El Calafate, no lo dudes. Solo ve. No hay nada ordenado ni predecible en estar frente a tanto hielo en movimiento.
La excursión dura todo el día, con recogida en El Calafate por la mañana y regreso alrededor de las 5-5:30 p.m.
No, el almuerzo no está incluido, pero hay una cafetería y un snack bar dentro de Los Glaciares donde puedes comprar comida o llevar la tuya.
Lleva ropa abrigada, chaqueta impermeable, guantes, gorro, protector solar, gafas de sol, calzado cómodo y los datos de tu pasaporte para la reserva.
Sí, el traslado desde el hotel está incluido si tu alojamiento tiene recepción; si no, te indicarán un punto de encuentro.
Podrás ver el Glaciar Perito Moreno desde varias pasarelas y miradores; con el paseo en barco opcional te acercarás aún más sobre el Lago Argentino.
Sí, algunas pasarelas tienen escaleras, pero hay distintas rutas; la guía te explicará cuál es la mejor para ti.
Sí, todos los viajeros, incluidos los niños, deben presentar copia del pasaporte al reservar; hay asientos para bebés si se solicitan con anticipación.
Tu día incluye traslado ida y vuelta desde El Calafate, vehículo con aire acondicionado para recorrer la estepa patagónica, entrada y guía local bilingüe que te explicará las rutas y datos sobre glaciología, tiempo para explorar varios miradores del glaciar y, si eliges, un paseo en barco de una hora para acercarte a esas paredes azules antes de regresar por la tarde.
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