Desde Córdoba te adentrarás en bosques de pinos y pueblos de montaña, recorrerás las calles sin autos de La Cumbrecita, probarás dulces centroeuropeos en Villa General Belgrano y compartirás anécdotas con tu guía local. Prepárate para pequeñas sorpresas — tal vez un café junto al lago o risas durante el almuerzo — con traslado incluido para que solo disfrutes el viaje.
Para ser sincero, casi perdemos la salida porque pensé que el guía dijo “como a las ocho” y no “a las ocho en punto”. Ahí estaba yo, bajando corriendo las escaleras del hotel con media medialuna en la boca. Nuestro chofer solo sonrió y me hizo señas para que subiera, sin reproches. La ruta desde Córdoba empezó con tráfico, pero pronto se calmó, los eucaliptos dieron paso a los pinos mientras pasábamos por ese curioso monumento a Myriam Stefford (tuve que buscar quién era después — historia triste). El aire se volvió más fresco al subir, con las ventanas entreabiertas y el aroma a leña de los pequeños pueblos escondidos en el camino.
Martín, nuestro guía, señalaba detalles que jamás habría notado — como que la antigua estancia jesuítica de Alta Gracia está justo al lado de la casa donde creció el Che Guevara. Nos contó sobre Anisacate y Villa Ciudad de América como si hubiera vivido allí (quizás sí). Cruzar el lago Los Molinos fue casi surrealista — el agua parecía metálica bajo las nubes. Paramos a tomar un café en un lugar diminuto en Potrero de Garay, donde un anciano jugaba solo a las cartas. Eso no me lo esperaba.
La subida a las Sierras Grandes se sintió interminable, pero de la mejor manera — curvas entre bosques de coníferas, todo oliendo a fresco y verde. Cuando finalmente llegamos a La Cumbrecita, reinaba un silencio tal que hasta escuché mis pasos sobre la grava. Aquí no circulan autos; todo son puentes de madera y macetas con flores. Paseamos junto a la capilla ecuménica (pequeña pero llena de paz), y luego bajamos hasta el spa La Olla, donde los niños chapoteaban a pesar del frío. Almorzamos en un hotel antiguo con pisos que crujían; intenté pedir “trucha” en español y seguro lo dije mal, pero el camarero solo sonrió.
Más tarde, en Villa General Belgrano, todo de repente se volvió muy… bávaro. Casas de jengibre y puestos vendiendo strudel en cada esquina. Alguien tocaba el acordeón cerca de la plaza mientras un grupo de adolescentes practicaba una danza folclórica — no sé si para turistas o simplemente su plan de los sábados. De regreso, en la Curva del Viento, Martín frenó para que pudiéramos ver desde arriba la represa Los Molinos — el viento me despeinaba por completo, pero esa vista se me quedó grabada más que cualquier postal.
Sí, el traslado ida y vuelta desde hoteles en el centro de Córdoba está incluido.
El viaje dura varias horas con paradas en distintos pueblos y miradores en el camino.
Sí, es apto para todos ya que las caminatas son suaves y opcionales.
El guía acompaña todo el día hablando en español.
No incluye comidas; puedes comprar almuerzo o snacks en paradas como La Cumbrecita o Villa General Belgrano.
Sí, pasarás tiempo explorando Villa General Belgrano antes de regresar a Córdoba.
No se incluyen entradas específicas; consulta localmente si quieres visitar sitios particulares.
Sí, todo el transporte entre Córdoba, La Cumbrecita, Villa General Belgrano y otras paradas está incluido en vehículo con tu grupo.
Tu día incluye traslado ida y vuelta desde hoteles del centro de Córdoba, transporte por rutas de montaña con paisajes increíbles y un guía de habla hispana que te acompañará en paradas como Alta Gracia, lago Los Molinos, el pueblo peatonal de La Cumbrecita y Villa General Belgrano antes de regresar al atardecer.
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