Estarás justo sobre la Garganta del Diablo mientras la bruma te moja la cara, viajarás en tren por la selva escuchando historias locales y recorrerás senderos fáciles junto a cascadas imponentes. Con vuelos desde Buenos Aires, traslados privados y entradas sin fila, solo te preocuparás por sentirte pequeño ante tanta agua salvaje, sin estrés por la logística.
Lo primero que pasó: nuestro chofer en Buenos Aires sonrió y nos preguntó si alguna vez habíamos visto “tanta agua junta”. Me reí, pensé que exageraba. El vuelo fue temprano (demasiado para mi cerebro), pero ver el cielo teñirse de rosa sobre la ciudad al despegar lo compensó. Cuando aterrizamos en Iguazú, estaba medio dormido y sin imaginar lo verde y denso que todo se sentía. Nuestra guía, Lucía, nos esperaba en la llegada con un cartelito y esa forma natural de hacernos sentir como viejos amigos, no turistas.
El trayecto hasta las cataratas fue corto, unos 15 minutos tal vez. Lucía nos señaló árboles con flores naranja brillante (no recuerdo el nombre, pero dijo que están por todos lados). En la entrada del parque, ella se encargó de las entradas y evitamos la fila. Se escuchaba un zumbido bajo de cigarras y un aroma dulce que no pude identificar. Subimos al tren del parque (divertido a su modo lento y traqueteante) y Lucía nos contó historias de jaguares y exploradores antiguos. Nos dejó elegir si queríamos caminar o ir en tren, sin presiones.
Caminar por esas pasarelas metálicas hacia la Garganta del Diablo… no sé cómo explicarlo. No es solo ruido, es como si lo sintieras en el pecho. Neblina por todos lados, el sol creando pequeños arcoíris en los brazos, y la gente parada en silencio mirando (excepto un niño que no paraba de gritar “¡agua!”). Traté de decir “Garganta del Diablo” bien; Lucía se rió y me dio un pulgar arriba igual. El almuerzo fue sencillo: empanadas en una mesa de picnic mientras unos coatíes nos miraban con ganas (no les des comida, en serio). Después exploramos más senderos a nuestro ritmo porque es un tour privado, sin apuros.
Sigo recordando ese momento apoyado en la baranda con los zapatos empapados, sin importarme nada. El vuelo de regreso a Buenos Aires fue más tranquilo, quizás porque mi cabeza aún estaba llena de agua, luz verde y ese sonido imposible. Sobre la logística: los vuelos estaban incluidos (solo equipaje de mano), los traslados fueron perfectos y Lucía cuidó cada detalle sin que pareciera forzado o rígido. Así que sí… la excursión de un día a las Cataratas del Iguazú desde Buenos Aires es otra cosa.
Sí, los vuelos ida y vuelta en clase económica entre Buenos Aires e Iguazú están incluidos si eliges la opción con vuelos al reservar.
El vuelo dura aproximadamente 2 horas en cada trayecto.
Los traslados privados entre el hotel y los aeropuertos están incluidos solo si reservas con la opción de vuelos; de lo contrario, el punto de encuentro es el aeropuerto de Iguazú.
No, el almuerzo no está incluido. Tendrás tiempo para comprar comida en el centro gastronómico del parque o llevar tus propios snacks.
Sí, al ser un tour privado puedes marcar tu propio ritmo y decidir qué partes de las Cataratas del Iguazú explorar primero.
Sí, es importante llevar el pasaporte ya que puede ser requerido para entrar a ciertas zonas o si cruzas fronteras.
Algunas excursiones en bote tienen restricciones: niños menores de 12 años, mujeres embarazadas o personas con ciertas condiciones de salud no pueden participar en esas actividades.
Si reservas con vuelos incluidos, el traslado suele ser entre las 4:00 AM y las 6:30 AM, según los horarios de vuelo.
Tu día incluye traslado privado desde el hotel (si eliges la opción con vuelos), vuelos ida y vuelta en clase económica entre Buenos Aires e Iguazú (solo equipaje de mano), entradas sin fila al parque de las Cataratas, guía local privado durante toda la visita, opciones flexibles de caminata o tren dentro del parque, todos los traslados internos en vehículo con aire acondicionado en Iguazú, y traslado de regreso a tu hotel o aeropuerto tras un día completo explorando las cataratas de cerca.
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