Recorre las calles laberínticas de San Telmo con un guía local, empezando en un café antiguo lleno de historia. Prueba empanadas frescas y choripán ahumado en el mercado, y termina con alfajores artesanales rellenos de dulce de leche. Risas, historias de vecinos y esos pequeños momentos que se quedan contigo mucho después.
Lo primero que me llamó la atención fue el suelo — esas baldosas gastadas bajo mis zapatos en el Bar Plaza Dorrego. No es lujoso, pero aquí se siente el latido del corazón de la ciudad. Nuestra guía, Lucía, deslizó un vasito pequeño con algo herbal por la mesa (lo llamó “fernet”, que solo había escuchado en historias nocturnas). El bar olía a café y madera vieja. Se escuchaba la risa de un grupo de señores jugando a las cartas junto a la ventana; intenté seguir la conversación, pero su español era demasiado rápido para mí.
Salimos a las calles de San Telmo, pasando murales y un tipo vendiendo discos de tango desde una caja de leche. Lucía señaló un cartel desgastado sobre un viejo “bodegón” — me contó que su abuelo solía comer ahí después de los partidos de fútbol. Entramos para probar unas empanadas que salían humeantes, con la masa desmigándose sobre mi camisa (y no me importó ni un poco). Alguien en la mesa de al lado nos llamó para que probáramos su chimichurri casero — picante, con ajo, nada que ver con lo que había probado en casa.
El Mercado de San Telmo era un torbellino de voces y colores. Carne chisporroteando en las parrillas, pan fresco apilado, saludos cruzados entre puestos. En un momento perdí de vista al grupo porque me distraje con un puesto de mates antiguos — Lucía me encontró riendo y negando con la cabeza (“¡Vas a tener que cargar todo eso hasta casa!”). Paramos para un choripán en una parrilla chiquita entre puestos de frutas; chorizo ahumado en pan crocante, con el picante justo para hacerme llorar un poco.
Después de tanto bullicio, terminamos en un lugar tranquilo: la cafetería del Museo de Arte Moderno. El alfajor que sirvieron era suave y desmenuzable, con dulce de leche tan dulce que casi me dolían los dientes (pero para bien). Vi cómo la luz del sol se colaba por las ventanas mientras tomábamos café — parecía que el tiempo se detenía un instante. Aún ahora me sorprendo pensando en ese último bocado de caramelo y en cómo Buenos Aires logra hacerte sentir a la vez un extraño y como en casa.
La caminata dura alrededor de 3,5 horas en total.
Sí, hay menús vegetarianos y sin gluten si lo avisas al reservar.
No, no incluye recogida; el punto de encuentro es en San Telmo.
Debes estar cómodo caminando un promedio de 5 cuadras entre paradas.
Probarás empanadas, choripán, alfajores y helado de dulce de leche.
No, lamentablemente no se ofrecen opciones veganas en este tour.
Verás Plaza Dorrego y sitios históricos junto al Mercado de San Telmo.
Tu día incluye paseos guiados por el barrio más antiguo de Buenos Aires con paradas en cuatro a seis lugares locales: bares históricos para tomar algo, bodegones tradicionales con platos clásicos como empanadas y choripán, tiempo para explorar las mejores parrillas del Mercado de San Telmo y entrada a la cafetería del Museo de Arte Moderno para café y alfajores artesanales, todo acompañado por un guía local que comparte historias en cada cuadra.
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