Pedaleá por los barrios más emblemáticos de Buenos Aires con un guía local, probá mate en los parques de Palermo, descubrí las historias del Cementerio de Recoleta, compartí empanadas en San Telmo y sentí el color de La Boca de cerca. Conversaciones reales, muchas paradas para comer (con opciones veggie), todo el equipo incluido y miradas únicas a la vida porteña que no verías desde un colectivo.
Empecé el día en Palermo Soho, todavía medio dormida y un poco nerviosa por andar en bici en una ciudad tan grande. Carlos ya me esperaba con una sonrisa en el punto de encuentro—me dio un casco y me preguntó si alguna vez había probado mate. (No, nunca. Es… terroso, pero de alguna forma reconfortante.) Arrancamos por los Bosques de Palermo, donde el aire se sentía más fresco bajo esos árboles enormes. Se olía el pasto y algo dulce que venía de una panadería cercana—alguien bromeó diciendo que era “temporada de pan dulce”.
Seguimos por Recoleta, pasando mansiones antiguas que parecían sacadas de París. Hubo un momento en el cementerio cuando el guía nos paró junto a la tumba de Eva Perón—contó una historia sobre su funeral que dejó a todos en silencio por un instante. De repente sonó un celular con un reggaetón y todos nos reímos, rompiendo un poco la solemnidad pero haciéndolo más real. El recorrido no fue difícil, más bien constante, y paramos lo justo para que mis piernas no protestaran.
Para la hora del almuerzo en San Telmo ya estaba hambrienta—empanadas de un lugar pequeño sin cartel afuera (Carlos pidió por nosotros; no alcancé a ver el nombre). El relleno era una mezcla dulce y picante, y la masa crujiente, nada que ver con lo que había probado antes. Nos sentamos en la vereda cerca de Plaza Dorrego viendo a bailarines de tango practicar—uno me guiñó un ojo cuando intenté sacar una foto y fallé por completo. Después seguimos hacia La Boca; Caminito es tan colorido y bullicioso como dicen, pero verlo de cerca—la pintura descascarada en algunas casas, los chicos jugando al fútbol descalzos—se sentía menos armado de lo que imaginaba.
Al llegar a Puerto Madero todo parecía demasiado limpio comparado con el resto—una brisa fresca del río, torres de cristal reflejando el sol de la tarde. Tenía las manos pegajosas por los alfajores (no juzgues) y el pelo con polvo de ciudad. Todavía pienso en cómo Carlos explicó por qué los porteños caminan tan rápido (“No es estrés, es estilo”). El tour incluía todo: bicis con suspensión (gracias a Dios), botellas de agua, snacks, almuerzo—incluso opciones vegetarianas si avisas antes. Ocho horas pasaron más rápido de lo que esperaba.
El tour dura aproximadamente 8 horas desde el inicio hasta el final.
Sí, incluye almuerzo—podés esperar empanadas o sándwiches de lugares locales con opciones vegetarianas.
El recorrido abarca Palermo, Recoleta (incluyendo el cementerio), San Telmo, La Boca (con Caminito), Puerto Madero y el centro de Buenos Aires.
No, pero sí conviene tener una condición física moderada y sentirse cómodo pedaleando varias horas por calles urbanas.
Sí, se incluyen bicicletas con cambios y suspensión, además de cascos para todos.
El grupo se limita a 6 personas para una experiencia más personalizada.
No, el punto de encuentro es en Armenia 2269, Palermo Soho.
Se proporciona agua embotellada, pausas para mate y snacks locales como alfajores o empanadas.
Si avisas con anticipación, harán lo posible por adaptar el menú, incluyendo opciones vegetarianas.
Tu día incluye una bici cómoda con cambios y suspensión, casco, agua durante todo el recorrido, mate tradicional y una pausa con alfajor en el parque, un almuerzo auténtico con sándwich o empanada de lugares locales (con opciones vegetarianas), además de la guía de un local que habla inglés y comparte historias en cada parada—toda la logística lista para que solo tengas que llegar y pedalear Buenos Aires.
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