Sumérgete en las piscinas termales de Tolantongo sobre un cañón salvaje, explora cuevas que hacen eco y cruza un puente colgante con un grupo pequeño y guía local. Ríe con el sonido de las rocas, respira el aire mineral y déjate llevar en aguas cálidas o caminatas por rincones escondidos — para luego volver a Ciudad de México con las piernas cansadas y esa calma especial que solo da una aventura de verdad.
¿Alguna vez te has preguntado si esas piscinas azules en las Grutas de Tolantongo son tan brillantes como dicen? Yo sí. Salimos de Ciudad de México justo después del amanecer — todos medio dormidos, con tazas de café y mochilas en mano. Nuestra guía, Ana, ya nos contaba sobre las montañas de Hidalgo antes de tomar la carretera. El viaje es largo (unas tres horas), pero ver cómo la ciudad se quedaba atrás y aparecían colinas llenas de cactus era como pausar el ruido habitual. Pasando Ixmiquilpan, el aire cambió — más seco, con un olor mineral que se te quedaba en la piel.
Lo primero que escuchas en Tolantongo no es el agua — es la risa rebotando entre las rocas. Dejamos las mochilas cerca de la zona llamada “Paraíso Escondido” y me quedé un momento quieto, mirando esas 40 piscinas termales apiladas en la ladera. Vapor por todos lados. Metí un dedo en el agua — mucho más caliente de lo que esperaba, casi demasiado al principio — pero luego te dejas llevar. Había un señor mayor a nuestro lado que contaba historias de cuando venía de niño; decía que no hay nada como meterse aquí cuando llueve, aunque hoy el sol brillaba y las sombras de los agaves bailaban en las paredes.
Después de comer (lleva efectivo para comida sencilla como tacos y refrescos), fuimos al Túnel del Paraíso. El puente colgante se movía bajo nuestros pies; traté de no mirar abajo, pero no pude evitar asomarme entre las tablas. Niños volaban en la tirolesa arriba, gritando de emoción. Dentro de las cuevas todo reverberaba — el agua cayendo, tu voz que parecía multiplicarse. Mi amiga intentó tomar una foto pero la cámara se empañó con el vapor. La verdad, costó trabajo despedirse cuando Ana nos llamó para regresar.
Hasta horas después, en el camino de vuelta a Ciudad de México, todavía sentía ese aroma mineral en la piel. Si buscas una excursión desde CDMX que combine aventura y tranquilidad (y no te importa acabar arrugado), las Grutas de Tolantongo valen cada minuto de camino.
El viaje dura aproximadamente tres horas en cada trayecto desde Ciudad de México.
No incluye comidas; lleva efectivo para comprar alimentos en los restaurantes locales dentro de Tolantongo.
El tour incluye transporte ida y vuelta, pero no especifica recogida en hotel — consulta con tu proveedor.
Lleva traje de baño, toalla, lentes de sol, zapatos para agua, ropa extra y efectivo para comida o extras.
Sí, es adecuado para todos los niveles físicos y las familias son bienvenidas.
Sí, todos los pasajeros deben presentar pasaporte (físico o digital) por regulaciones migratorias.
Tu día incluye transporte ida y vuelta desde Ciudad de México con un guía profesional que conoce bien Hidalgo; entradas a todas las áreas de las Grutas de Tolantongo, incluyendo piscinas termales y túneles; además de tiempo para explorar cascadas o comer antes de regresar por la tarde.
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