Vuela sobre las famosas terrazas blancas de Pamukkale al amanecer con un piloto local, contempla la antigua Hierápolis desde el aire y celebra el aterrizaje con champán sin alcohol y un certificado de vuelo. Incluye recogida y regreso al hotel para mayor comodidad, pero lo que más recordarás será ese momento de paz sobre las nubes.
Antes de que terminara de bostezar, alguien me pasó una chaqueta de forro polar — resulta que las mañanas en Pamukkale son más frescas de lo que imaginaba. La furgoneta nos recogió cuando aún estaba oscuro, y al llegar al campo de despegue, se olía el café y se escuchaba el suave murmullo en turco mezclado con el silbido de los quemadores. Nuestro piloto, Murat, bromeaba sobre el “tráfico de globos” mientras más canastas se inflaban a nuestro alrededor. Intenté contarlos, pero perdí la cuenta después de diez — parecían caramelos de colores brillantes sobre la hierba pálida.
La cesta era más grande de lo que esperaba (creo que éramos unos 15), así que nadie iba apretado. Al despegar, todo fue casi en silencio, salvo algunas risas sorprendidas y el ocasional sonido del quemador. La palabra clave aquí es globo aerostático Pamukkale — porque, sinceramente, nada se compara con flotar sobre esas terrazas blancas justo cuando el sol empieza a iluminarlo todo. Murat señaló Hierápolis a lo lejos; contó que su abuela solía hacer picnic allí cuando era niña. Esa historia se me quedó grabada.
Intenté sacar fotos, pero al final lo dejé — a veces es mejor simplemente disfrutar el momento. El aire olía ligeramente a minerales, como piedra cálida y hierba mojada cuando bajamos a poca altura. Tras aproximadamente una hora (más o menos — el tiempo se siente raro allá arriba), aterrizamos suavemente en un campo donde unos niños locales nos saludaban como si fuéramos astronautas. Hubo una pequeña celebración: brindis con champán sin alcohol en vasos de plástico y todos recibimos un certificado de vuelo que nos hizo reír (“prueba para tu suegra”, sonrió Murat). Guardé el mío en la mochila, pero lo que realmente no dejo de recordar es esa vista al amanecer.
El vuelo dura alrededor de una hora, según el viento y el clima.
Sí, el precio incluye recogida y regreso al hotel.
Se pueden ver las terrazas blancas de Pamukkale y la antigua ciudad de Hierápolis desde el aire.
El paquete cómodo tiene canastas para entre 16 y 18 personas, para mayor espacio.
Se ofrece un brindis con champán sin alcohol tras el aterrizaje como parte de la celebración.
Sí, cada pasajero recibe un certificado personalizado al finalizar el vuelo.
No se permite la participación de niños menores de 5 años.
Si se cancela por clima, te reembolsan el total o puedes reprogramar para otro día si hay disponibilidad.
Tu mañana incluye recogida en el hotel antes del amanecer, todos los impuestos y tasas, al menos una hora flotando sobre las terrazas y Hierápolis con un piloto experimentado que adapta la ruta según el viento. Tras aterrizar en un campo, disfrutarás de una pequeña celebración con champán sin alcohol y recibirás tu certificado conmemorativo antes de volver al hotel en vehículo.
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