Verás cómo Estambul se transforma al caer la tarde desde un cómodo yate, navegando junto al Palacio Dolmabahce, la Mezquita Ortaköy, la Fortaleza de Rumeli y la Torre de la Doncella, con snacks y bebidas en mano. Un guía local comparte historias mientras cruzas entre continentes — son esos pequeños momentos (la brisa, las risas, los colores del atardecer) los que quedan para siempre.
“Mira, aquí solía pescar mi abuelo”, dijo nuestro guía Murat señalando más allá de la barandilla mientras nos alejábamos del muelle de Kabatas. La ciudad seguía vibrando detrás de nosotros, pero en el yate parecía que alguien había bajado el volumen. Podía oler la menta de la limonada que nos dieron — la verdad, no esperaba que supiera tan fresca. La luz empezaba a suavizarse justo cuando pasábamos frente al Palacio Dolmabahce. Intenté sacar una foto, pero al final solo me quedé viendo cómo el sol dorado brillaba en las ventanas. Murat se rió cuando le pregunté cuántos sultanes habían vivido ahí — “Demasiados para una sola vida”, me respondió.
Navegamos por la orilla europea del Bósforo, pasando por debajo de esos enormes puentes (aún no recuerdo cuál es cuál). Había casas de madera escondidas entre mansiones antiguas y de vez en cuando alguien saludaba desde su balcón — casi siempre niños. La Fortaleza de Rumeli se veía aún más imponente desde abajo que en las fotos; Murat nos contó sobre los conciertos de verano que hacen ahí y me imaginé cómo sonaría rodeado de tanta piedra. En un momento dejé de intentar recordar todos los palacios — Çırağan, Beylerbeyi, Küçüksu — se mezclan de forma hermosa cuando estás en el agua.
Al cruzar hacia la orilla asiática todo parecía más tranquilo. El sol ya bajaba rápido y todo se tiñó de un rosa cobrizo. Dimos una vuelta cerca de la Torre de la Doncella — al parecer hay una leyenda sobre una princesa y una serpiente. La versión de Murat fue mucho más dramática que la de Wikipedia. El baklava que sirvieron estaba pegajoso y dulce (quizás demasiado para mí, pero a mi amigo le encantó), y me di cuenta de que apenas había tocado mi té porque no podía dejar de mirar los colores cambiantes en el estrecho.
Regresamos lentamente hacia Kabatas mientras la noche empezaba a caer — las luces se encendían alrededor de la Torre de Gálata y a lo largo del Cuerno de Oro. El frío llegó rápido y todos entramos un rato al interior, pero nadie quería que terminara aún. Es curioso cómo estar ahí afuera hace que Estambul se sienta a la vez inmensa y cercana. A veces todavía pienso en esa vista bajo los puentes cuando el ruido vuelve a casa.
El crucero inicia en el muelle de Kabatas en Estambul.
Verás el Palacio Dolmabahce, la Mezquita Ortaköy, la Fortaleza de Rumeli, la Torre de la Doncella, la Torre de Gálata, las orillas del Cuerno de Oro, varios palacios y ambos puentes principales del Bósforo.
Sí, se sirven snacks como frutas y baklava junto con bebidas de cortesía como limonada casera con menta, té y café.
Sí, el yate cuenta con baño para los pasajeros.
Sí, un guía local con experiencia acompaña todo el recorrido.
El contenido no especifica la duración exacta; consulta con el operador para detalles.
Sí; los bebés pueden ir en cochecito o sentarse en el regazo de un adulto durante el tour.
El tour se realiza con lluvia o sol; el yate tiene espacios interiores y cubiertas para mayor comodidad.
Tu tarde incluye abordar un yate de lujo en el muelle de Kabatas con un guía experto que comparte historias a lo largo de las orillas europea y asiática de Estambul. Te servirán platos de fruta, delicioso baklava y galletas, además de bebidas como limonada casera con menta o té turco, mientras disfrutas de vistas de palacios y torres antes de regresar al punto de partida al caer la noche sobre la ciudad.
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