Camina por la selva cerca de Puerto Plata con guías locales antes de saltar, deslizarte y nadar por las Cataratas de Damajagua—hasta 12 caídas según el tiempo de tu crucero. Risas, chapuzones fríos, un almuerzo dominicano contundente (¡con ron!) y transporte fácil desde y hacia el puerto para que no te preocupes por el tiempo.
Apenas nos habíamos sacudido la sal del mar cuando nos subimos a la van frente a Amber Cove, con el aire acondicionado a tope y nuestro guía soltando bromas con esa frescura tan dominicana. Veinticinco minutos tierra adentro y el aire salado se transformó en un aroma a selva húmeda, hojas mojadas y pájaros lejanos. No paraba de ajustar la correa del casco mientras nos daban las indicaciones de seguridad; los demás tenían esa mezcla de nervios y emoción que se siente antes de una aventura. Los guías locales repartían chalecos salvavidas y botellas de agua, sonriendo como si ya hubieran visto ese combo de expectación y un poquito de miedo mil veces.
La caminata hasta las cascadas fue... sudorosa. No dura, pero lo suficiente para sentir que estás vivo. Nuestro guía señaló un árbol cuya corteza olía a canela si la rascabas—lo intenté, aunque creo que mi nariz no es tan fina. Cuando llegamos a la primera caída (hicimos 12 en total porque nuestro barco no estuvo mucho tiempo en puerto), ya se oía el agua golpeando las rocas antes de verla. El primer salto parecía más alto de lo que imaginaba—alguien detrás mío murmuró un “ay, Dios” bajito. Dudé un segundo y luego me lancé. Salpicón frío, sabor a río en la boca, y todos animándonos. Es curioso cómo empiezas a confiar en completos desconocidos cuando todos están resbalando juntos por las piedras.
Deslizarse por esos canales estrechos y caer en pozas azules se sentía mitad salvaje, mitad volver a ser niño. Uno de los guías—¿Miguel?—nos mostró cómo sentarnos para que los shorts no se subieran (yo seguí fallando). Hubo un momento tras uno de los saltos donde todo quedó en silencio salvo el eco del agua contra las paredes de piedra. La luz del sol se colaba entre las hojas arriba—es difícil de explicar, pero esa imagen me la sigo repitiendo en la cabeza.
De vuelta en el centro de visitantes, empapados y con sonrisas tontas, nos cambiamos para el almuerzo. El aroma del pollo a la barbacoa fue lo primero que me llegó—ahumado y dulce—y alguien me pasó un ron con cola antes de que me sentara. El buffet tenía más comida de la que pude probar: arroz, guiso de cerdo, ensaladas… Mis manos aún temblaban, ya sea por la adrenalina o por las risas del último salto. Luego nos despedimos de los guías (con muchos choques de puño) y regresamos en la van a Amber Cove. Todo se sintió rápido y a la vez enorme, ¿sabes?
Se tarda unos 25 minutos en auto desde la terminal de Amber Cove hasta las Cataratas de Damajagua.
Sí, después del tour hay un almuerzo buffet dominicano con carnes a la barbacoa y ensaladas.
Debes sentirte cómodo en el agua, pero te dan chaleco salvavidas; no es necesario ser un nadador experto.
Normalmente se recorren 12 cascadas si el barco está menos de 8 horas en puerto; a veces hasta 27 si las condiciones lo permiten.
Usa zapatos deportivos viejos o sandalias resistentes (se mojan), traje de baño bajo los shorts y lleva una toalla para después.
La edad mínima es 8 años y los niños deben ir acompañados por un adulto.
No se recomienda para personas con problemas de espalda, rodillas o enfermedades cardiovasculares.
Sólo cámaras impermeables, porque todo se moja durante la actividad.
Tu día incluye recogida en la terminal de Amber Cove, transporte con aire acondicionado a las Cataratas de Damajagua con snacks y toallas frías, todo el equipo de seguridad (casco y chaleco salvavidas), agua embotellada para la caminata por la selva, guías locales durante toda la aventura y un almuerzo buffet dominicano completo con refrescos y ron local antes de regresar al puerto a tiempo para la salida del barco.
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