Si quieres combinar ruinas antiguas y el lado artístico de Lima en un solo día, este tour privado es perfecto. Desde la historia de Pachacamac hasta el arte callejero y las vistas al mar de Barranco, vivirás historias, sabores locales y tiempo para explorar a tu ritmo.
Empezamos la mañana con una brisa suave que venía del Pacífico mientras cruzábamos Miraflores. La ciudad apenas despertaba: los vendedores ambulantes armando sus puestos, el aroma a pan recién horneado saliendo de una pequeña panadería cerca del Parque Kennedy. Nuestro guía, Luis, nos señalaba las casas coloniales escondidas entre edificios modernos. Aquí se siente de verdad cómo Lima mezcla lo antiguo con lo nuevo.
Al dirigirnos hacia el sur, pasamos por la Reserva Pantanos de Villa. Si miras por la ventana, verás bandadas de garzas blancas entre los juncos; a veces hasta un destello rosa de los flamencos. Luis bajó la velocidad para que pudiéramos tomar algunas fotos. El aire se sentía más fresco y con ese toque salado que solo encuentras cerca de los humedales.
Pachacamac es otra historia. Caminando entre esos muros de adobe calentados por el sol, casi puedes imaginar a los peregrinos que llegaron aquí hace siglos. Nuestro guía nos contó que este lugar fue el principal centro ceremonial de la costa, donde la gente viajaba días para consultar al oráculo. Recorremos el Templo del Sol, subimos a la Plaza de los Peregrinos y echamos un vistazo al Acllahuasi, donde vivían las mujeres elegidas. El polvo se mete en todo —mejor no llevar zapatos blancos— pero las vistas del valle valen cada paso.
Después de la visita, tuvimos unos minutos para ver a artesanos locales trabajando frente al museo. Una mujer nos mostró cómo moldea pequeñas llamas de barro, sus manos se movían tan rápido que costaba seguirle el ritmo. Me llevé un cuenco pintado como recuerdo (te lo envuelven si pides). Luego volvimos al auto, con las ventanas bajas, recorriendo la Costa Verde mientras las olas rompían abajo.
Barranco parece otro mundo: murales llenos de color por todos lados, músicos tocando en la plaza, parejas riendo mientras cruzan el Puente de los Suspiros. Cuenta la leyenda que si aguantas la respiración cruzando el puente y pides un deseo, se cumple. Lo intenté (casi lo logro). Paramos a tomar un café en una cafetería pequeña llamada Tostaduría Bisetti —un café fuerte, justo lo que necesitábamos después de tanto caminar. Desde el mirador, en un día despejado, se ve hasta Miraflores.
Sí, es privado y flexible: nuestro guía ajustó el ritmo y no hay caminatas largas seguidas.
Claro, los artesanos locales venden cerámicas y artesanías pequeñas justo afuera del museo.
Suele durar entre 5 y 6 horas, pero al ser privado puedes quedarte más tiempo en los lugares que te gusten.
¡Sí! Vimos aves desde el auto, y dependiendo de la temporada, flamencos o garzas son visibles.
Sí, el tour incluye recogida y regreso si te alojas en Miraflores, Barranco o San Isidro.
Guía arqueólogo certificado solo para ti, auto privado con aire acondicionado, entradas a Pachacamac y su museo, recogida y regreso en hoteles céntricos, y hasta un pequeño recuerdo para llevar. Solo necesitas zapatos cómodos y ganas de descubrir.
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