Sobrevuela las misteriosas Líneas de Nazca, comparte historias con tu guía en el desayuno, corre en buggy por las dunas de Huacachina y prueba el sandboard mientras el sol se pone sobre el desierto peruano. Prepárate para momentos que te sorprenderán y quizá cambien tu forma de ver los antiguos misterios.
Apenas amanece cuando subimos al van en las afueras de Lima—todos medio dormidos, aferrados a su café. Horas después, el desierto se abre ante nosotros, todo en tonos dorados y silencio absoluto. En Nazca, nuestra guía Julia charla con la dueña del café sobre cuál pan está más fresco (tenía razón; estaba esponjoso y calentito). El aeródromo parece tranquilo, pero se siente la emoción—gente estirando el cuello para ver los avioncitos. No soy fan de las alturas, la verdad, pero una vez en el aire, las Líneas de Nazca aparecen: un colibrí gigante, un mono, unas manos—grabadas en la nada. En el avión se siente un silencio raro, solo alguien detrás mío susurra “¿eso es una araña de verdad?”
De vuelta en tierra firme, el almuerzo es ruidoso y lleno de risas—Julia insiste en que pruebe el ají (“solo un poco,” advierte). Hablamos de que nadie sabe realmente por qué están las líneas; ella se encoge de hombros y dice que su abuela cree que son obra de extraterrestres. Me gusta más esa idea que cualquier teoría oficial. Luego arrancamos de nuevo—el camino a Huacachina es polvoriento y largo, pero se ven dunas que parecen olas. El oasis aparece de repente: agua verde rodeada de palmeras y barquitos que se mecen.
El paseo en buggy es puro caos—pero de lo bueno. El conductor grita algo en español justo cuando bajamos la primera duna y todos gritamos o reímos, o las dos cosas. La arena se mete por todos lados (todavía encuentro en mis zapatos), pero parado en la cima de una duna al atardecer—el cielo naranja y el viento golpeando—por un momento olvido todo. El sandboard es más difícil de lo que parece; me caigo dos veces pero ni me importa. De regreso a Lima ya es de noche, y aunque todos estamos callados, esta vez se siente distinto—como si hubiéramos compartido algo raro y especial.
La excursión completa dura unas 15 horas, incluyendo el viaje desde Lima.
Sí, el transporte turístico con recogida está incluido en el tour.
El vuelo dura aproximadamente 35 minutos, aunque puede variar por clima o logística.
No, las comidas no están incluidas; tendrás tiempo para desayunar y almorzar en restaurantes locales en Nazca.
El sandboard puede ser un reto al principio, pero los guías ayudan a los principiantes a empezar con seguridad.
El tour es accesible para sillas de ruedas y el transporte está adaptado para ellas.
Lleva ropa cómoda, gafas de sol, protector solar, agua y batería extra para la cámara.
Sí, se recomienda reservar el vuelo con anticipación para asegurar tu lugar.
Tu día incluye recogida en Lima en transporte turístico con guía local oficial durante todo el recorrido. Disfrutarás de un vuelo panorámico sobre las Líneas de Nazca, además de todo el equipo para los paseos en buggy y sandboard en Huacachina, antes de regresar cómodamente a Lima.
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