Cambia el ruido de Lima por costas salvajes y paisajes desérticos surrealistas: navega junto a lobos marinos en las Islas Ballestas, corre en buggy por las dunas doradas de Huacachina, prueba pisco en un viñedo artesanal cerca de Ica y sobrevuela las misteriosas Líneas de Nazca. Cuatro días llenos de sensaciones que terminan con más preguntas que respuestas sobre el antiguo Perú.
Aún recuerdo esa primera mañana — esa sensación rara cuando la neblina gris de Lima finalmente se abre paso al desierto abierto. Apenas salimos de Miraflores cuando nuestra guía, Karla, empezó a señalar cómo la ciudad simplemente… se funde con la arena. El bus era sorprendentemente cómodo (y sí, el Wi-Fi funcionaba de verdad), pero yo me quedé viendo por la ventana — dunas infinitas y destellos del azul del océano. En algún punto cerca de Mirasur paramos a desayunar; probé el pan con chicharrón porque Karla dijo que era “lo auténtico”. El pan salía calentito del horno de adobe y había un aroma ahumado que se quedó pegado en mis manos todo el día. Eso no me lo esperaba.
Paracas parecía otro mundo — pelícanos por todos lados y ese viento salado del Pacífico. El paseo en bote a las Islas Ballestas es ruidoso (los lobos marinos no susurran), pero ver pingüinos caminando por Perú fue toda una sorpresa. Nuestro capitán bajó la velocidad cerca de una enorme figura en forma de candelabro tallada en el acantilado — nadie sabe bien por qué está ahí. Más tarde, caminando por Playa Roja en la Reserva Nacional de Paracas, la arena roja se metió en mis zapatos y simplemente lo dejé pasar. Hubo momentos en que todos se quedaron en silencio viendo las olas romper contra esos acantilados salvajes. Después, llegamos a Huacachina ya entrada la tarde — un oasis real con palmeras y arena hasta donde alcanzaba la vista.
El paseo en buggy por las dunas es puro caos (pero en el mejor sentido). Nuestro conductor sonreía cada vez que alguien gritaba bajando una duna — yo perdí mi gorra en una curva y nunca la volví a ver. ¿Sandboard? Digamos que mantenerme de pie no fue lo mío, pero deslizarme boca abajo se sintió como volar por un segundo. El atardecer lo volvió todo dorado — hasta las caras de la gente brillaban raro en las fotos. Esa noche junto a la laguna, con una cerveza fría y las piernas cansadas, no podía dejar de pensar que nada de esto parecía real en las fotos que tenía en casa.
Al día siguiente visitamos un viñedo antiguo de pisco cerca de Ica — se huelen las uvas fermentando antes de verlas. El dueño nos sirvió vasitos pequeños de pisco crema (peligrosamente dulce) mientras contaba cómo su abuelo construyó casi toda la destilería a mano. En el camino a Nazca, la guía paró en una torre al azar para que pudiéramos entrecerrar los ojos y ver tres de las famosas líneas: Manos, Árbol, Lagarto. Pero nada te prepara para verlas todas desde arriba durante el vuelo al día siguiente — esas figuras se extienden eternas sobre el desierto y nadie se pone de acuerdo sobre su significado. Mi estómago dio vueltas más de una vez allá arriba, pero ¿sabes qué? Valió cada segundo.
Sí, la recogida en hotel o hostal está incluida desde las zonas de Miraflores, Barranco o San Isidro en Lima.
Sí, debes presentar tu pasaporte original en el aeropuerto antes de abordar el vuelo sobre las Líneas de Nazca.
Probablemente verás lobos marinos, pingüinos de Humboldt, pelícanos y muchas aves marinas durante el tour en bote.
No se incluye almuerzo fijo cada día, pero hay paradas donde puedes comprar comida local o comer en lugares como la panadería Mirasur o la cafetería del viñedo Pisco Nietto.
La aventura en buggy y sandboard en Huacachina dura alrededor de dos horas en total.
Sí, los buses de Peru Hop cuentan con Wi-Fi de alta velocidad durante todo el viaje.
La edad mínima para el buggy y sandboard es de 7 años.
Este tour no se recomienda para personas con lesiones en la columna, problemas cardiovasculares o mujeres embarazadas debido a los movimientos bruscos y actividades.
Tu viaje de cuatro días incluye recogida y regreso al hotel en Lima; transporte cómodo con Peru Hop y Wi-Fi rápido a bordo; tours guiados en lancha por las Islas Ballestas; entrada a la Reserva Nacional de Paracas; sesión de adrenalina en buggy y sandboard en Huacachina; visita guiada con degustación en un viñedo artesanal de pisco; vuelo panorámico sobre las Líneas de Nazca (con traslado privado); además de tiempo libre para descubrir la gastronomía local antes de volver a Lima con comodidad.
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