Camina por el Barrio Judío de Ámsterdam con un guía local, descubre historias detrás de puertas ocultas y la resistencia durante la guerra, disfruta una auténtica tarta de manzana holandesa con café o té, y contempla la Casa de Ana Frank mientras suenan campanas cercanas. Risas y momentos intensos se mezclan para que sientas que has tocado la historia con tus propias manos.
Empezamos en la Sinagoga Portuguesa — es imposible no verla, con esos ladrillos antiguos y cómo la luz de la mañana los ilumina. Nuestro guía, Jeroen, ya nos esperaba, saludándonos con una sonrisa enorme. Nos señaló un pequeño detalle en el marco de la puerta que nunca habría notado (algo sobre cómo las familias marcaban sus casas). El aire olía ligeramente a lluvia y a pan recién hecho de algún lugar cercano. Estaba más tranquilo de lo que esperaba para ser Ámsterdam.
Al caminar por el Barrio Judío, pasamos junto al Hortus Botanicus — no es que sea un experto en plantas, pero se veía muy tranquilo detrás de esas rejas. Jeroen nos contó sobre familias que se escondían en lugares que uno ni imaginaría — incluso en el zoológico ARTIS. En un momento se detuvo en Wertheimpark, donde hay un memorial de Auschwitz hecho con espejos rotos. Me reflejé en uno de ellos; fue una sensación extraña y pesada por un instante. La palabra clave aquí es “tour Ana Frank Ámsterdam”, pero en realidad se trata de todas esas pequeñas historias que forman la ciudad.
No esperaba reír tanto en un paseo sobre una historia tan seria, pero cuando paramos a probar la tarta de manzana (según Jeroen, “la mejor de la ciudad”), me gastó por no saber decir “slagroom” (nata montada). El café era cálido y olía a canela — a veces todavía recuerdo ese sabor. Después caminamos hacia la Plaza Dam, pasando por ciclistas que tocaban sus timbres (casi me atropellan un par de veces), y finalmente llegamos a Westerkerk, donde se escuchan las campanas que Ana mencionaba en sus escritos. Suenan cada 15 minutos — más fuerte de lo que uno imagina.
La Casa de Ana Frank es más pequeña de lo que pensaba viendo fotos. No pudimos entrar (las entradas son difíciles de conseguir si no se reservan con mucha anticipación), pero estar ahí, con el canal justo al lado y escuchando a Jeroen hablar del barrio, hizo que todo se sintiera muy real. Nos mostró lo cerca que estaban la escuela, la iglesia y el escondite — todo en pocas calles. Si no consigues entradas, ofrecen una experiencia de realidad virtual; no es lo mismo, pero es mejor que perderse la visita por completo.
El recorrido a pie es de unos 2 kilómetros y suele durar entre 2 y 3 horas.
Si reservas con más de 7 semanas de antelación, te ayudan a conseguir entradas; si no, se incluye una experiencia de realidad virtual.
Durante el tour te ofrecen tarta de manzana holandesa con café o té en un café local.
Sí, niños a partir de 10 años pueden unirse; los bebés deben ir en el regazo de un adulto.
Opcionalmente se puede incluir un viaje en tranvía; hay transporte público disponible a lo largo de la ruta.
Sí, los bebés y niños pequeños pueden ir en cochecito durante el paseo.
Verás la Sinagoga Portuguesa, Hortus Botanicus, el zoológico ARTIS (desde afuera), el memorial de Auschwitz en Wertheimpark, Plaza Dam, Westerkerk y la Casa de Ana Frank (exterior).
Tu guía es un experto local que comparte historias personales; además, pasarás por barrios donde viven y trabajan residentes.
Tu día incluye un tour privado a pie con un guía local por sitios históricos judíos y barrios de Ámsterdam; tarta de manzana holandesa con café o té en un café acogedor; opción de viaje en tranvía si es necesario; ayuda para conseguir entradas para la Casa de Ana Frank cuando estén disponibles o acceso a una experiencia inmersiva de realidad virtual como alternativa; todas las entradas cubiertas durante el recorrido y regreso a tu ritmo.
¿Necesitas ayuda para planear tu próxima actividad?